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El penúltimo raulista vivo

Y este otro artículo tampoco saldrá jamás en el Sport

¿Hablamos entre caballeros o entre lo que somos?... Digo esto porque al Real Madrid se le exige que mantenga impasible el ademán y que ponga dientes mientras el resto campa por sus respetos con total libertad. Y cuando la exigencia de señorío y elegancia viene de dentro del club, yo me fío, pero cuando procede de fuera se me antoja una auténtica tomadura de pelo. Ya saben: "cuando me engañas una vez es culpa tuya; cuando me engañas dos veces es culpa mía". ¿No se quiere que Mourinho hable de los árbitros?... De acuerdo siempre y cuando no lo hagan tampoco Guardiola, Emery, Sánchez Flores y el resto de entrenadores de Primera División. ¿Se pretende en serio que nadie, absolutamente nadie, hable del asunto arbitral?... Muy bien: póngase por escrito e inclúyase en el reglamento sancionador de la federación española de fútbol; el mismo castigo para todos porque, de lo contrario, Robin de los bosques vuelve a pelear en inferioridad de condiciones con Sir Guy de Gisbourne, y hay estadísticamente muchos más finales felices en el cine que en la vida real.

Seguro que si la Liga de Fútbol Profesional se pusiera de una vez por todas seria con el asunto de las críticas hacia los árbitros, el Real Madrid no tendría inconveniente alguno en olvidar todas y cada una de las injurias a las que se ha visto sometido a lo largo de los últimos cincuenta años. Y, por mucho que el señor Vilarrubí pretenda escurrir el bulto y cantar el "pìo, pío que yo no he sido", el Fútbol Club Barcelona ha tenido casi todo que ver en esa permanente campaña de difamación. Montal hijo fue el primero en esgrimir el asunto arbitral contra el Real Madrid de una forma tan burda, pero fue su sucesor, José Luis Núñez y Navarro, el trigésimo quinto presidente de la historia del Barcelona y el más longevo (22 años) en el cargo, quien la perfeccionó y la incorporó con total normalidad y absoluta impunidad (sin que nadie se rasgara las vestiduras) al debate futbolístico. Se consideraba normal, y era algo que tenían que aguantar los madridistas, que se dijera que el Real compraba árbitros, vendía partidos, amañaba resultados y se beneficiaba de un sistema podrido heredado del franquismo. ¿Y ahora vienen a hablar de respeto?...

Insisto en que ejemplos hay diez, cien, mil, diez mil. Núñez fue quien dijo aquello de que lo malo no era que los árbitros se equivocasen "sino que lo hagan siempre en la misma dirección". Fue también quien (aprovechándose del fair play de Luis de Carlos, decididamente un hombre de otra época y que no estaba acostumbrado a aquellos usos tan repulsivos) dijo lo siguiente: "Yo, que hice las paces con De Carlos ante Tarradellas para defender los intereses del fútbol en general, vi luego desde el palco cómo un árbitro, Manuel Fandós, nos robaba el partido ante el Real Madrid, al no señalar todavía con el 0-0 en el marcador un clarísimo penalti de García Remón a Serrat". Fue Núñez quien, inmiscuyéndose en asuntos de terceros que a él ni le iban ni le venían, insistió por activa y por pasiva en que le habían robado (nótese la utilización de nuevo del verbo "robar") dos años seguidos la Liga al Sporting de Gijón.

Núñez tenía en su junta directiva a un vicepresidente que era la personificación de la ecuanimidad, el equilibrio emocional, la deportividad en toda la extensión de la palabra y el profundo respeto al adversario; un hombre que, por lo demás, no estaba en absoluto obsesionado con el Real Madrid y que era partidario de fijarse exclusivamente en la marcha de su equipo. El nombre completo de aquel dechado de virtudes, ese auténtico ejemplo de lo que todos entendemos como seny catalán, es Joan Gaspart y Solves, a la sazón trigésimo sexto presidente culé. Sólo con el estravagante Gaspart podría hacer una serie de mil artículos completos; por ejemplo, el 31 de enero de 1987 tuvo la ocurrencia de decir que un penalti de Moratalla sobre Butragueño que pitó Pes Pérez era "de turno cuando juega el Real Madrid", mientras que su "jefe" Núñez añadió que era "marca de la casa": aquel día el Barcelona ganó al Real Madrid por 3 goles a 2. Gaspart estaba obsesionado y creía que todo el mundo, y no exclusivamente el Real Madrid, quería robarle cosas. En un Barcelona-Atlético de Madrid que acabó con empate a uno en el marcador, Valdés Sánchez pitó un penalti a favor del equipo rojiblanco que anotó Marina y acabó con la imbatibilidad de Zubizarreta, hoy director deportivo azulgrana; Gaspart dijo entonces lo siguiente: "Ha cumplido con la consigna que traía. El Barcelona no tenía que ganar y él lo ha conseguido"... De Joan Laporta ni hablamos.

Podría continuar indefinidamente...

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