Si un marciano hubiera aterrizado ayer de repente en el London Palladium y, sin ninguna información previa y ningún conocimiento especial sobre los humanos a los que se estaba homenajeando esa noche, después de aparcar su platillo volante en Oxford Street se hubiera puesto a ver la gala de los premios The Best, es seguro que habría extraído la conclusión de que a un equipo llamado Real Madrid de un deporte conocido como fútbol le había ido muy bien a lo largo del año denominado 2017. A mi amigo Dieter Brandau nunca le han gustado estos premios, que, según él, fomentan el egocentrismo y acentúan la vanidad de los futbolistas, pero yo disiento: no es un día como el de ayer el que fomenta el egocentrismo y la vanidad de un jugador profesional de fútbol... sino los otros 364 días.
Cristiano, Messi o Neymar viven en una burbuja, aislados y ensimismados, sobreprotegidos, mimados y adorados; no hay más que fijarse en el atuendo que llevó Dani Alves a la gala de ayer para darse perfecta cuenta del nivel de aislamiento en el que viven los jugadores, y eso no lo va a empeorar un premio más o menos. Pero volvamos al principio, volvamos con nuestro particular Gurb. Decía que si a un marciano sin información le hubieran sentado de repente en una de las butacas del London Palladium, éste (de ser la de fuera de la Tierra efectivamente vida inteligente) se habría dado cuenta al instante de que al club humano denominado como Real Madrid le había ido mucho mejor que al resto de clubes humanos: mejor entrenador, mejor jugador, cinco futbolistas en el once del año... Para eso sirven precisamente estos premios, para que nos demos cuenta de por dónde han ido los tiros y el número de veces que cada uno ha acertado en la diana.
Porque la batalla, tal y como explicaba ayer Petón en Fútbol EsRadio, ya no es nacional, ni siquiera continental, la batalla es universal. El Real Madrid está en esa batalla. El Real Madrid lucha por el control total con otros clubes como United, Bayern, Barça o Paris Saint Germain. Por supuesto que el premio otorgado a Cristiano como mejor futbolista del año no irá a la sala de trofeos del estadio Santiago Bernabéu, pero no creo que haya nadie que albergue la menor duda sobre que si el Real Madrid no hubiera ganado Liga, Champions, Mundial y Supercopas, la española y la europea, Cristiano no habría estado ahí. Así que estos premios, que en realidad no hinchan más a unos deportistas que ya están a punto de estallar de puro ego, no son más que el cristalino reflejo de la situación actual, que no es otra que la de dominio universal del club blanco. Malo si el año que viene en vez de cinco jugadores del Real Madrid sólo hay uno en el mejor once del año o si el premio al mejor jugador lo gana Neymar porque Gurb sacaría una conclusión bien distinta a la de ayer.