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El penúltimo raulista vivo

Xavi, la habitación del pánico de Laporta

Xavi Hernández se perfila como nuevo entrenador del Barcelona. | <span>EFE</span>

Llegará un momento determinado en el que alguien tendrá que recordar para qué y a dónde han viajado los negociadores del Fútbol Club Barcelona. Una pista: Yuste y Alemany no han viajado hasta Liverpool para negociar la incorporación de Jurgen Klopp al banquillo culé, no. Otra pista: el vicepresidente deportivo y el director de fútbol tampoco han viajado hasta Múnich para negociar con el Bayern el fichaje de Nagelsman, no, tampoco. Otra más: los enviados de Laporta no están en Manchester para quitarle al City a Guardiola ni en Turín para robarle a Allegri a la Juve ni en Madrid para parlamentar con Cerezo por Simeone. Alguien tendrá que decir que el destino de Yuste y Allemany es exactamente Doha y que el motivo de la negociación no es otro que incorporar a las filas blaugranas al técnico del Al-Sadd Sports Club, que es un equipo que participa en la Liga de fútbol de Qatar, en la que intervienen doce clubes, el Al Gharafa, el Al Ahli, el Al Arabi, el Umm Salal...

No creo estar cometiendo ninguna falta de respeto con nadie si afirmo que la Liga de Qatar no parece ser precisamente la más exigente del mundo. Supongo que allí se va fundamentalmente por una cosa, por el dinero, que mana por cierto en abundancia; y, desde el punto de vista de un entrenador o futbolista europeo, por un motivo principal: para dar el último sablazo. Si eres joven y europeo y estás en la Liga de Qatar es porque te has quedado sin equipo en Europa (y mira que Europa es grande) o, si eres entrenador, porque has ido allí a aprender. No hay más. Convendrá decir que el Fútbol Club Barcelona está luchando a brazo partido con el Al-Sadd por incorporar a sus filas a un entrenador que sólo ha ganado títulos en Qatar y al que, citando al propio Laporta, que es quien ha enviado a Yuste y Allemany a Oriente Medio, está verde que te quiero verde como en el poema de Lorca. Quiero decir que la sorpresa no será que el Barcelona sustituya a Koeman con Xavi sino que ni siquiera pueda sustiturlo con él porque, a los efectos de un club puntero como el culé, resulta que Xavi es un entrenador de fútbol simple y llanamente descatalogado.

Si hay algo que describe la situación real por la que atraviesa el Fútbol Club Barcelona es la tensión, la ansiedad, ese minuto a minuto que se está viviendo alrededor del fichaje de un entrenador que no ha entrenado a nadie aún, y cuando digo nadie me refiero a ningún club de cierta relevancia. Con Xavi, a quien Laporta habría podido incorporar perfectamente desde el principio de no haber sido porque Hernández iba en otra candidatura distinta a la suya, el presidente azulgrana está tratando de repetir la misma operación que con Rijkaard en 2003 y con Guardiola en 2008 con la diferencia de que el primero tenía en su plantilla a Cocu, Davids, Iniesta, Kluivert, Márquez, Puyol, Ronaldinho, Valdés o el propio Xavi, el segundo tenía a Alves, Eto'o, Henry, Pedro y los mejores Busquets, Iniesta o Xavi a los que acompañaba un tal Leo Messi mientras que ahora están ahí Gavi, Nico, Pedri y Fati.

Alguien de fuera de esa burbuja que se llama Culelandia deberá recordar que, de incorporarse, el Barcelona deberá pagar en dinero o en especie por un entrenador virgen al máximo nivel y que, por cierto, es uno de los suyos. La clave en la dificultad se encuentra en la especial idiosincrasia de los propietarios del Al-Saad y también en el hecho de que el actual presidente azulgrana puso literalmente a parir a Catar, cuestión ésta que se vuelve ahora contra él. Xavi es, en definitiva, una ilusión, pero no en el sentido de esperanza o viva complacencia sino en el de representación sugerida por la imaginación o causada por el engaño de los sentidos. O sea, Xavi es ahora mismo el becerro de oro del barcelonismo. Con Setién esperando a cobrar y Koeman cobrando lo suyo, Laporta se ve abocado a comerse el sapo verde del reclamo electoral de Victor Font, el hombre que probablemente debió ganar en justicia las elecciones. Si al final se consigue la tarea hercúlea de traer hasta aquí al inexperimentado entrenador de un club catarí, Hernández se convertirá por derecho en el último refugio de Laporta, su habitación del pánico. La verdad es que no se puede hacer todo peor en menos tiempo hasta el punto de que ya hay quien sugiere que el actual ha hecho bueno al anterior, y mira que Bartomeu fue malo, malo, malo, pero malo de verdad.

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