Con un tercio aproximado de los votos que cosechó ayer en su contra Joan Laporta ganó Calderón las elecciones a la presidencia del Real Madrid, y ahí sigue don Ramón tan feliz y tan contento, un día en la final de la Eurocopa, otro en el Tour, otro en la final de Roland Garros y otro en la de Wimbledon con su hermano. Entre los votos que recogieron Calderón y Palacios, que fue segundo, no suman ni de lejos los detractores que tuvo ayer Laporta, en concreto 23.870. Con todo esto quiero decir que la tunda que le dieron sus socios, los socios del club que preside, es de las que hacen historia. Era absolutamente imposible que, con los resultados de la moción de censura, Laporta se fuera del club, en 2010 o cuando sea, por la puerta grande. El 60% de los votantes, que fueron cerca de cuarenta mil, le dijeron al presidente que no estaban de acuerdo con su gestión y que no le querían seguir viendo por ahí, que querían un Barcelona libre.
¿Por qué se empeña entonces en seguir Laporta?... Tal y como yo lo veo, llega un momento en que los directivos, al igual que los políticos, lo convierten todo en una cuestión personal. Laporta se empeña en seguir contra la voluntad clara y nítidamente manifestada por sus socios porque quiere salir del club como entró, por la puerta grande, y sabe muy bien que eso sólo lo pueden conseguir Guardiola y los jugadores; o lo que es lo mismo, lo fía todo a la pelotita. Cree Laporta que esos cerca de 24.000 socios que le acaban de dar una sonora bofetada en las urnas variarán su opinión si la pelotita entra y no votarán a Sandro Rosell, el gran triunfador de la jornada de ayer. El presidente dice que está legitimado para seguir, y eso es textualmente correcto puesto que legitimar quiere decir "probar o justificar la verdad de algo o la calidad de alguien o algo conforme a las leyes".
La ley culé (sus estatutos) dicen que, a pesar del rapapolvo, Laporta puede seguir en su puesto porque lo que no puede contemplar ningún estatuto del mundo es que un presidente en ejercicio tenga enfrente una oposición tan tremenda como la que tiene Laporta. De forma que el actual presidente tiene razón puesto que la ley le ampara, pero Oriol Giralt, que fue el principal promotor de este voto de censura, también la tiene al asegurar que, después de producirse un resultado tan abrumador, Laporta está moralmente inhabilitado para continuar. No me cabe la menor duda de que lo hará, pero está moralmente inhabilitado para hacerlo. La fractura social cosechada por el laportismo es tremenda, mucho más honda que la producida por los veinte años de José Luis Núñez en el cargo. Puede que, si la pelotita acaba entrando, un cincuenta por ciento del sesenta por ciento que ayer votó en su contra, cambie de opinión y prefiera mirar hacia otro lado. Pero si la pelotita pega en el palo y sale fuera, la situación del Fútbol Club Barcelona será simple y llanamente insostenible.