De todos es conocida la historia de Viriato, guerrero lusitano que puso en jaque ni más ni menos que al todopoderoso imperio romano. En vista de que Viriato no daba tregua, el procónsul Máximo Serviliano Cepión firmó con él un tratado de paz, que luego no fue bien visto por el Senado, que lo sustituyó al frente del ejército por su propio hermano, Quinto Servilio Cepión, que volvió al campo de batalla y, a espaldas de Viriato, pactó la venta de su líder con tres de sus lugartenientes y hombres de confianza. Un escritor de la época, Valerio Máximo, lo explicó muy gráficamente diciendo que Cepión había comprado la victoria, y luego éste acabó enfrentándose también con el trío pronunciando la frase que luego ha pasado a la historia: "Roma no paga traidores".
Roma no los pagaba, o eso decían al menos que dijo Cepión, pero el Real Madrid sí suele hacerlo. El Real Madrid paga muy bien a sus traidores, los hace inmensamente ricos, les regala el reconocimiento mundial y, al final, y ya sea con éste u otros presidentes, no se sabe muy bien por qué acaban revolviéndose contra el club, que no es Florentino Pérez del mismo modo que en su día no lo fue Lorenzo Sanz o Ramón Mendoza; el Real Madrid no es una persona, el Real Madrid es la historia centenaria de miles de ellas, todas contribuyendo a lo que es hoy el mejor club deportivo de todos los tiempos. Y no me refiero únicamente a jugadores, entrenadores o dirigentes sino también a generaciones y generaciones de aficionados. Tengo una teoría al respecto. Llegar al Real Madrid tiene que ser lo más parecido que hay a tocar el cielo con la yema de los dedos. Salvo en el caso de Luis Figo, que probablemente haya sido el futbolista más triste de todos los que ahí han sido presentados en el Bernabéu y por motivos obvios que todos conocemos, fichar por el Real Madrid produce un grado de excitación que se ve reflejado en la cara de los protagonistas; unos ríen, otros lloran, otros simplemente se quedan mudos y sin saber qué decir. El Real Madrid es droga dura y supongo que cuando te la quitan debe producir un efecto parecido al síndrome de abstinencia, y eso te provoca insatisfacción y pérdida del sentido común.
Roma no pero el Real Madrid sí ha pagado a traidores como, por ejemplo, Vicente del Bosque. Si hay algo que sabe hacer muy bien Vicente es pasar, no mojarse, ponerse de perfil. Ayer pudo hacerlo, pudo pasar cuando le preguntaron por la carta de Zidane en el diario As, pero como sigue confundiendo el club con la persona, como sigue pensando que el Real Madrid Club de Fútbol es el presidente que prescindió de él hace tantísimo tiempo ya, se puso del lado de Zidane. De Vicente del Bosque, que no intervino por ejemplo cuando se estableció alrededor de Álvaro Arbeloa un cordón sanitario en la selección nacional que él entrenaba, me puedo esperar cualquier cosa. También me puedo esperar cualquier cosa de Jorge Valdano, para quien Florentino Pérez se sacó de la manga dos puestos de responsabilidad a cual mejor pagado. Ayer Valdano, que será cualquier cosa menos madridista, apeló a ese Real Madrid tranquilo (que supongo que representan tanto él como Del Bosque) en contraposición al otro Real Madrid, el ruidoso, que imagino que sigue estando representado en el imaginario colectivo por José Mourinho. Florentino quiso que Valdano fuera quien presentara oficialmente a Mourinho como nuevo entrenador blanco y el argentino aún no le perdona que le hiciera claudicar de aquel modo ese día. Se tuvo que arrastrar y, en vez de dimitir, lo hizo. No lo olvida él y no lo olvida nadie porque el ridículo fue espantoso.
Sí me sorprendió más la intervención de Luis Figo en Radio Marca hablando de algo que él, por supuesto, desconoce. Si hay alguien que no puede dar lecciones es precisamente él, un fantástico futbolista, eso desde luego, que dejó tirado al Barcelona después de asegurarle que estaría en la presentación y al que Florentino, que si por aquel entonces no conocía aún el percal del fútbol sí estaba graduado en Harvard sobre las triquiñuelas de los negocios, ató de pies y manos. Al adherirse ayer al grupo de viudas de Zidane, que es como nos llamaban a los mourinhistas cuando Mou se fue, Del Bosque, Valdano y Figo no estaban pensando por supuesto en el Real Madrid sino en Del Bosque, Valdano y Figo, en sus propias experiencias, en cómo lo pasaron ellos, en lo que ellos sintieron y en cómo quedar bien con Zizou y hacer al mismo tiempo el mayor daño posible a la institución.
El líder de ese madridismo ruidoso al que se refería ayer el rapsoda con ese tonito de superioridad característico de alguien capaz de bautizar sin rubor alguno a su programa de la tele con la palabra universo seguida de su apellido, no escribió nunca una carta. O, para ser exacto, no se la escribió nadie porque no creo que haya a estas alturas quien piense aún que Zidane se puso delante del ordenador para escribirla, ¿no? Después del paso de Mourinho por el Real Madrid el club iba a tardar años en recuperarse deportivamente hablando pero, nada más irse él, el club ganó cuatro Copas de Europa casi consecutivas. Mourinho iba a rajar del Madrid, del club, de la afición, del presidente... pero han pasado 8 años y no ha dicho una palabra más alta que otra, sólo ha dado muestras de agradecimiento. Ese Real Madrid ruidoso ha sido, paradójicamente, el más sensato de todos y también el menos nocivo. Una sola buena palabra de Del Bosque o de Valdano (como de Zidane) provoca un efecto mil veces más destructivo que mil por qués de Mourinho. A eso se le llama lealtad y es una asignatura con la que o bien se llega aprobado al Madrid desde casa o luego te cuesta mucho más sacarla adelante. Enviaría a septiembre a Valdano, Del Bosque, Figo y, por supuesto, a Zidane, pero no lo haré porque suspenderán igual. Si queréis aprobar id a la academia de Gento, al instituto de Amancio, a la escuela de San José. Eso sí que es madridismo.