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El penúltimo raulista vivo

Vinicius, Mbappé, Bale...

Dejándolo fuera de una convocatoria por cuarta vez consecutiva, Zinedine Zidane abrió ayer de par en par la puerta de salida a Vinicius; confesando en público su amor por él, el entrenador del Real Madrid abrió de par en par la puerta de salida a M'Bappé, el futbolista franquicia del PSG, que visita esta noche el estadio Santiago Bernabéu en un partido a cara o cruz que medirá la dimensión real de la recuperación del equipo blanco, que ha vuelto a jugar muy bien al fútbol. Lo que demuestra el apartamiento de Vinicius es que Julen Lopetegui tenía parte de razón cuando afirmó que al brasileño le faltaba todavía un puntito de cocción; seguro que Vini va a dedicarse profesionalmente al fútbol y ganará mucho dinero, pero dudo sincera y también dolorosamente (me habría encantado que Juni Calafat hubiera descubierto para mi Madrid al nuevo Pelé) que el brasileño vaya a hacer su carrera y su fortuna en el estadio Santiago Bernabéu. Más que su análisis futbolístico, que a la vista de las decisiones de Zidane se ha confirmado certero, lo que se afeó a Lopetegui es que arrojara a la arena de la Segunda División B a un jugador que costó 60 millones de euros y que era, y es, un panal de rica miel para los defensas con ansia de pasar a la historia. Vinicius ha decrecido en la misma medida que Rodrygo se ha agigantado. Ojalá que, al final, esta táctica de prueba-error del Real acabe dando con la tecla exacta.

El amor expresado ayer sin ningún tipo de rubor por Zidane hacia Mbappé es compartido por el cien por cien del madridismo. Cuando ves jugar a Kylian, cuando observas sus movimientos sobre el campo, cuando sigues de cerca sus regates y sus goles llegas a la conclusión de que, parafraseando al presidente del Real Madrid, ese futbolista ha nacido evidentemente para jugar en el equipo blanco. Esto que vemos ahora ya lo vimos cuando Mbappé despuntó en el Mónaco y entonces Florentino Pérez perdió la primera gran ocasión de hacerse con los servicios de un delantero que, si Dios quiere y le respetan las lesiones, marcará el ritmo del fútbol mundial durante la próxima década y pico. Sorprendentemente, el presidente del equipo blanco se dejó ganar por la mano, se mostró demasiado timorato a la hora de jugarse el todo por el todo y se le adelantó el PSG. La cuestión no era, tal y como él mismo trató de razonarme en El Primer Palo, quién salía para que él entrara; la cuestión era que Mbappé tenía que entrar como fuera, molestase a quien molestase.

Entre Vinicius, a quien se le está sugiriendo claramente que en el próximo mercado de invierno se busque una cesión entretenida, y Mbappé, por el que el madridismo está que no duerme, está Gareth Bale, a quien el otro día se recibió en el Bernabéu como si fuera el mismísimo Hristo Stoichkov, que posó tan alegremente con unas fotos de unos cerdos vestidos con la camiseta merengue. Como Mbappé y a diferencia de Vinicius, Bale sí ha nacido para jugar en el trece veces campeón de Europa y, de hecho, su participación ha sido decisiva en cuatro de esas copas. Lo peor de Bale es su aparente distanciamiento del planeta Tierra y lo mejor de Bale es su aparente distanciamiento del planeta Tierra: el primero le enfrenta con su afición mientras que el segundo le redime porque, absorto en lo suyo, recibe la mayor humillación de sus propios seguidores pero es capaz de remontar para acabar siendo el mejor en veinticinco minutos realmente brillantes. Bale se ha equivocado mucho, muchísimo, pero es probablemente, y junto a Benzema y Hazard, el jugador más talentoso de un equipo que reúne mucho talento. El Real, y Zidane, hacen bien en correr un tupido velo y sacarle al galés el mayor rendimiento posible mientras siga vistiendo esa camiseta. Por ejemplo, hoy ante el PSG.

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