Angel María Villar continúa una semana más en busca y captura. Incluso José Ignacio Wert, que es el ministro del ramo, se ha visto obligado a bajar a la arena futbolera para pedirle públicamente al presidente de la federación española que demuestre bien a las claras su compromiso contra los violentos. ¿Cómo?... Muy sencillo: asistiendo a la reunión que la Comisión Delegada tenía previsto llevar a cabo el lunes 22 y en la que deberían aprobarse las reformas que permitirían activar las medidas anti-ultras. "Tenía", "deberían", "permitirían"... demasiado condicional. Cardenal y Tebas se temen lo peor, o sea que Villar desconvoque la Comisión o incluso que no acuda a ella. El vacile sería en ese caso epopéyico y estos dos caballeros quedarían a la altura del betún.
Lo que en el fondo demuestra esta incertidumbre, lo que corrobora este estado de ansiedad a la espera de que a Villar le venga bien asomar al fin la patita por España, es el poco peso político y la profunda insustancialidad tanto del presidente del Consejo Superior de Deportes como del presidente de la Liga de Fútbol Profesional. Ninguno ha sido capaz de meter en cintura al honrado y trabajador Angel Mari a quien, a este paso, habrá que convocar mediante un tablero de güija. La última vez que un político tuvo que poner en su sitio a Villar fue en 1998 cuando Esperanza Aguirre, por aquel entonces ministra de Educación y Cultura, tuvo que pedirle que resolviera el "caso Clemente". Lo que nadie supo detectar entonces es que el "caso Clemente" era el "caso Villar". Dieciséis años después seguimos en las mismas.
A Villar se le trata como si fuera un orate, un hombre de poco juicio, un imprudente. Pero Villar se pasa una y otra vez al Gobierno, al ministro, al presidente del CSD y al presidente de la LFP por el arco del triunfo. Lleva ahí desde tiempos inmemoriales y ni nada ni nadie parece poder descabalgarle del sillón. Angel Villar es perverso en su extraordinaria simplicidad y juega con desprecio al ping pong con políticos, directivos y medios de comunicación. Nos creemos más listos pero él ha visto pasar por delante a los cadáveres deportivos de todos y cada uno de sus enemigos. En definitiva: el "virus Villar" y la incapacidad para atajarlo, ese cachondeito que se trae con un asunto tan grave como el de la violencia en el fútbol y la suficiencia con la que trata a todo el mundo nos hace un magnífico retrato de la España actual. Sólo aquí tiene cabida alguien como Angel María Villar. Seguro que acaba enterrándonos a todos.