La táctica que están decididos a emplear los responsables del consistorio madrileño tras el fracaso (no por anunciado y sabido deja de serlo, y rotundo) de la concesión de los Juegos de 2016 a la simpática pero virtualísima Río de Janeiro es la siguiente: "verlas venir, dejarlas pasar, y si te mean decir que llueve". Fíjense si llueve sobre la capital de España que, para evitar otro susto morrocotudo, se ha decidido renunciar a la final de la Copa Davis. Tras leer las declaraciones -anónimas, por supuesto- de algún miembro del Comité Olímpico Internacional, no tengo ninguna duda al respecto de que convertir a Madrid en una ciudad antiolímpica, dándole así radicalmente la vuelta a la tortilla, es una gran idea. Ahora dicen que las quejas y protestas, tardías en cualquiera de los casos, no les han gustado ni un pelo y "aconsejan" que en el futuro sea otra ciudad española la que presente su candidatura: que parezca un accidente. ¿Y para eso tanto masaje? ¿Y para eso tanto lobby? ¿Y para eso tanta puñeta?... Está visto que también quieren que pongamos la cama.
Manuel Cobo ha sacado el periscopio y le ha dicho a Gallardón que va para una semana y a pesar de todo sigue chispeando. Las declaraciones del número 2 han pasado rozando el larguero de lo de Copenhague: "no peligra el nuevo estadio del Atleti". Claro que no, lo que peligra, y seriamente además, son las candidaturas olímpicas para 2020, 2024, 2028 y 2032. Los del COI se irán muriendo (es ley de vida) pero otros "cooptarán" (gracias, Relaño) por ellos y el día que ocupen su asiento se encontrarán sobre la mesa un sobre lacrado con el sello del marqués de Rogge: "a Madrid ni agua". ¿Y Gallardón? ¿Otra vez campeón de Europa? ¿Dónde se ha metido Gallardón?... Tanto él como el secretario de lo que nos queda de Estado para lo que nos queda de Deporte ("estoy excitadísimo", decía una hora antes de la votación final) han desaparecido del mapa y andan empleando al tonto útil de turno para que le eche el muerto encima a Alejandro Blanco, de los pocos serios que había ahí.
¿Qué espero?... Pues estoy esperando ansiosamente a que Mónica Coghen nos lea a todos un discurso, a poder ser en chino como cuando vinieron por aquí los doce hombres y mujeres sin piedad, para explicarnos realmente qué narices pasó en Dinamarca y, ya de paso, decirnos también dónde se ha metido su mamá. Porque la consejera delegada, elegida para el puesto gracias al decidido impulso de Gallardón y Lissavetzky, también ha desaparecido. Y estamos preocupados por ella, la verdad sea dicha. Creo que Ignacio Romo, amigo mío desde hace un montón de años y uno de los mejores especialistas de atletismo de España, buscó el otro día una reacción a lo sucedido por parte del Consejo Superior de Deportes: ni acción ni reacción porque al señorito Lissavetzky se le había pasado la excitación. Y es que la teoría de Gallardón es compartida por el resto de la cuadrilla: verlas venir, dejarlas pasar, y si te mean...