Ya no quedan hombres de palabra. Ahora parece que Luis Aragonés sólo dijo que dimitiría si España no llegaba a semifinales del Mundial sólo porque le interesaba hacerlo. Como ahora le interesa otra cosa, pues la dice y se queda. Así, tan pancho. No me parece serio, la verdad. Luis dice que no será una simple frase (frase que, como ha quedado demostrado, dijo sin sentir) la que le eche de la selección. Será que el "sabio" le da menos importancia a la palabra dada. O, por ser algo más exactos, será que Luis le da poca importancia a su propia palabra. Bueno es saberlo. Y oportuno repetirlo: hasta el próximo año 2008 tendremos en el banquillo español a un seleccionador sin palabra. Comparado con Luis Aragonés, Iñaki Sáez se me antoja un verdadero ejemplo para la humanidad.
Coincido con mi amigo Enrique Marqués, como siempre atinado y certero, cuando afirma que los aficionados se mueven ahora mismo entre la ilusión que ha generado el seleccionador y el batacazo que nos hemos pegado en Alemania. Pero, ¿la ilusión la ha generado sólo Luis? No lo sé, dudo. Yo creo que la ilusión, posteriormente desinflada, la generó el 4-0 ante la selección ucraniana. Eso y, naturalmente, el hecho de que la afición española es buena por naturaleza. Pero, independientemente de la ilusión que casi siempre genera España (¡sólo faltaría!) entre sus propios aficionados, y dejando también de lado la famosa frasecita de marras, la verdad es que el fracaso ha sido rotundo, un desastre deportivo sin paliativos, una pena, un horror.