Aunque probablemente sin él pretenderlo, Valdés se ha convertido de repente en un cuerpo díscolo y extraño dentro de un organismo aparentemente robusto, el culé, que presume además de tener una salud de hierro. Lo que, para que todos nos entendamos, acaba de hacer Víctor es marcharse antes de tiempo y pegando un portazo de una de esas exclusivísimas fiestas de Vainity Fair posteriores a la entrega de los Óscar, dejando para más inri a Jack Nicholson con la palabra en la boca cuando éste empezaba además a contar una de sus anécdotas acerca del tumultuoso rodaje de Easy Rider. Eso no se le hace a él, chaval; eso no se le hace a ellos. Así que cuando todo el mundo (hasta Neymar, el "mohicano macarra" según Luis Mascaró) quiere entrar, resulta que a Valdés se le pone en las narices salir.
Reitero: un tipo atrayente este Valdés. Se las tuvo realmente tiesas con Van Gaal, aquel holandés fiero que te rugía y te escupía al mismo tiempo, y a puntito estuvo de dejarlo todo (al fútbol me refiero, claro) cuando niño porque podía con él la melancolía, que le arrastraba al área contraria, y porque no acababa de convencerle aquello de quedarse aislado bajo los tres palos. Y, al final, su paradójico sino ha sido precisamente el del aislamiento entre tanto falso bullicio, el del negocio del fútbol. Cuando echo un vistazo a la plantilla del Barcelona veo a Víctor y al resto, a Valdés y a los demás, al chico complejo e insobornable y a los otros, al interesante y a los que no lo son por muchos tatuajes y muchos pantalones bombachos que se pongan. Veo al chico capaz de abandonar la fiesta de Vanity Fair o, lo que es peor, no aceptar siquiera la invitación.
V.V. explicó el otro día sus motivos aproximados (nunca conviene abrirse del todo ante extraños) para abandonar el Fútbol Club Barcelona dejando a Jack Nicholson con la palabra en la boca. A la cita acudieron algunos compañeros (aunque el quórum no fue ni mucho menos el del día de la patada en el culo del club a Eric Abidal) y ningún directivo. Tampoco estuvo Andoni Zubizarreta, seguramente aquejado por un inoportuno cólico nefrítico después de habérselo tragado todo veinticuatro horas antes. Valdés habló claro, como siempre, y su claridad ya ha empezado a pasarle factura: ayer, en el partido de los 100 puntos, Tito Vilanova decidió represaliarle poniendo en su lugar a Pinto, un tío alegre y simpático. Víctor vuelve a quedarse en orgullosa soledad, un infierno para otro Víctor, Hugo, la suerte de todos los espíritus excelentes. Saldrá adelante. Me gusta.