Lo primero que he hecho esta mañana nada más levantarme ha sido lanzarme de cabeza a la red para saber qué trapos sucios le había sacado L'Equipe a Alberto Contador. Pero, por una vez, pensé mal y erré. Creí que tras los baños de las selecciones españolas de tenis y baloncesto, al diario deportivo francés no le quedaría otra que sacarse de la manga una eritropoyetina para el pobre Alberto, pero no fue así; el titular era Un soir pour l´histoire (Una tarde para la historia) y hacía lógicamente referencia a la gesta que había supuesto para el equipo galo acceder por primera vez a una final del Eurobasket. El equipo francés de baloncesto es realmente magnífico y tiene en sus filas a un pivot, Joakim Noah, "culpable" en gran medida de esa plata, que es un calco exacto de su padre Yannick, el último francés en conquistar Roland Garros allá por 1983; ahora sin embargo poco falta para que declaren la pista Philippe Chatrier territorio nacional español.
De la final de la Davis hablaré cuanto toque, que será por el mes de diciembre, pero del baloncesto lo haré hoy. Calderón, los hermanos Gasol, Rudy... todos, desde el primero hasta el último, nos regalaron un espectáculo maravilloso, pero el partido (o, por mejor decir, el torneo) que han hecho Juan Carlos Navarro y Serge Ibaka es digno de estudio. Navarro es simplemente imparable y no me extraña nada que Scariolo le deje "fumarse" las clases y los sistemas. Juan Carlos es, como Petrovic o Sabonis, un antisistema sobre la cancha, uno de esos jugadores distintos al resto y que con sus movimientos hacen jugar mejor a los que ya de por sí son extraordinariamente buenos. Además, el gesto que tuvo Navarro con Reyes le convierte en un campeón dentro y fuera. Ojalá nos dure muchos años más.
Sobre Ibaka tengo que decir un par de cosas. La primera es que llegué a temer sinceramente por el techo del Kaunas Arena: llevaba mucho tiempo sin ver saltar a alguien como lo hizo ayer Ibaka. La segunda cosa que quiero decir es que menos mal que la nacionalizada no fue IKEA, tal y como adelantó en rigurosa primicia exclusiva el ministro portavoz del Gobierno, sino este simpático congoleño que ayer celebró su vigésimo segundo cumpleaños con una medalla de oro que estaba cantada desde antes de que empezara el campeonato. Únicamente eché en falta a Carlos Suárez; creo que Sergio Scariolo no ha sido justo con él y que desde la federación no le dijeron toda la verdad al jugador. Su presencia ayer en Lituania habría redondeado sin duda una tarde gloriosa. Es una situación que convendría recomponer cuanto antes.