Una: dada la poca consideración que profeso por la mayoría de entrenadores (y no, Bill Shankly no está definitivamente en esa lista) comprenderán que crea firmemente que tanto la gloria como el desastre es fruto de la habilidad o la incapacidad que los jugadores sean capaces de exhibir sobre el terreno de juego. De cara a la galería, fiel al mantra que repiten machaconamente y sin salirse ni una línea los de su gremio, Javier Aguirre decidió anoche atribuirse en exclusiva el ridículo acaecido en el Camp Nou, pero Antonio López, que afirmó tras el set en contra que la culpa era toda de los futbolistas, está mucho más cerca de la realidad de lo que lo está el entrenador mejicano. Porque, efectivamente, la culpa fue toda de los futbolistas. Una mala noche la puede tener cualquiera... salvo un equipo que de verdad quiere ir a por la Liga, y esa es la pregunta que habría que trasladarles a los futbolistas de la primera plantilla rojiblanca: ¿váis a por la Liga? ¿Empezará a ser desde ahora una excusa la buena trayectoria en Champions? Un equipo que quiere ser campeón de algo no puede encajar nunca y bajo ninguna circunstancia seis goles en ningún campo del mundo.
Dos: el 2 de octubre se supo que el juez había decidido archivar definitivamente la Operación Puerto el 28 de septiembre al continuar entendiendo (la Abogacía del Estado ya recurrió contra el archivo dictado en marzo de 2007) que no existía delito alguno contra la salud pública. Hoy quiero interesarme especialmente por la figura del ciclista Oscar Sevilla, desterrado a Estados Unidos, deportado al Rock Racing, arrinconado porque alguien sospechó (¡sospechó!) que el albaceteño estaba implicado en la red de suministro de productos dopantes. Oscar era en 2006, el mismo año en que ganó la Vuelta a Asturias, uno de nuestros ciclistas con más tirón, pero las sospechas, que no las pruebas, le impidieron competir en el Tour de Francia y lo último que se ha visto obligado a correr ha sido la Clásica Internacional de Bogotá. ¿"Tolerancia cero" con el dopaje?... Por supuesto. Pero, ¿y la "tolerancia cero" con la incompetencia que hace daño a los demás? La última vez que charlé con Oscar me dijo que Jaime Lissavetzky le había tratado "como una mierda". ¿Qué piensa de todo esto la Abogacía del Estado? Y, por otro lado, ¿acaso Oscar Sevilla Rivera, nacido en Ossa de Montiel, no forma parte del Estado español? Sospecho que alguien debería dimitir ya.
Y tres: y hablando del secretario de lo que nos queda de ese Estado al que ya no pertenece Oscar Sevilla para lo que nos queda de Deporte. Desde Ibarrechilandia, Urkulloski vuelve a la carga y declara a los cuatro vientos que sueña con Euskadi disputando la final de la Eurocopa de 2020. Hace cinco o seis años, coincidiendo casi con su nombramiento como máximo responsable del deporte, le pregunté a Lissavetzky en El Tirachinas si estaba en condiciones de asegurarnos que jamás veríamos un partido oficial de selecciones entre España y Euskadi o Cataluña: "le doy mi palabra". Aún resuena en mi cabeza: "le doy mi palabra, le doy mi palabra, le doy mi palabra"... Yo no quiero para nada la palabra del químico diletante; es más, se la devuelvo, quédese con su palabra y mueva el trasero de la silla poltrona porque, como dice mi buen amigo Rubén Uría, nos están comiendo la merienda.