Hay quien asegura que 2009 será el año del ministro -así, con m minúscula, salvo, claro, que te caiga muy bien el titular del Ministerio, éste sí con m mayúscula, aunque el departamento pueda ser perfectamente un brindis al sol (ahí están la ministra Corredor y el Ministerio de Vivienda para corroborarlo)- de Deportes, y quien también apuesta decididamente por la ecléctica figura del silente y ponedor secretario de lo que nos queda de Estado para lo que nos queda de Deporte como futuro responsable de la susodicha cartera. El ascenso del químico inane sería, por cierto, lógico y catastrófico a partes iguales; sería lógico por un lado, pero no ateniéndonos a la primera definición del adjetivo lógico, ca que aparece en el Diccionario de la Lengua Española ("perteneciente o relativo a la lógica") sino a la quinta y última: "Dicho de un suceso: cuyos antecedentes justifican lo sucedido".
Teniendo en cuenta que Jaime Lissavetzky lleva ocupando los últimos cinco años la máxima responsabilidad deportiva en España, parece bastante lógico pensar que si al final José Luis Rodríguez Zapatero se saca de la manga un Ministerio de Deportes a petición del ex capitán de Copa Davis, éste pase a ocuparlo el señor Díez o, en su defecto, el señor Vicario, que para eso fue el cerebro pensante. Y el nombramiento del químico será igualmente catastrófico puesto que, y ya que estamos hablando todo el rato de la lógica, es lógico deducir que la política que Lissavetzky llevará a cabo al frente del futuro Ministerio en lo que a la defensa de la dignidad e integridad del Reino de España, que es lo que a mí realmente me preocupa, será muy similar a la que ya ha puesto en práctica a lo largo de todo el lustro anterior, esto es: taciturnidad y callada por respuesta ante la grosera utilización del deporte por parte del independentismo.
Está muy bien eso de la reforma de la Ley del Deporte, y me habría parecido igualmente fenomenal que, justo al día siguiente en que Vicente Ordaz y el equipo de deportes de la Cadena Cope en Valencia descubrieron una conversación acerca del posible amaño del partido entre el Athletic Club de Bilbao y el Levante en el que, todo sea dicho de paso, uno de los participantes, si no los dos, implicaban al presidente de la Federación Española de Fútbol, el señor Díez nos hubiera regalado su opinión al respecto, aunque quizá no hubiera sido políticamente correcto. Pero supongo que un secretario de Estado habrá de tener sus prioridades, y para un secretario de Estado de España no debe exitir mayor prioridad que la de defender en público y en privado la integridad de su nación, que sigue siendo a estas horas de la tarde y mientras Urkullusku no se salga con la suya, la nación española. Puesto que Lissavetzky ha callado en la mayoría de asuntos que a mí realmente me preocupan y su actitud ha sido pelotilla con unos y pelotari con los otros (y ustedes ya me entienden), yo no puedo por menos que valorar su gestión con una nota de cero... patatero, por supuesto. Aunque la lógica del presidente del Gobierno me haga temerme efectivamente lo peor de cara al año que hoy inauguramos.