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El penúltimo raulista vivo

Un guardaespaldas para Illarra

Como el chaval Illarramendi, el gran Francisco Gento también llegó en su día a la capital con las manos en los bolsillos y los ojos bien abiertos procedente de un pueblín del Cantábrico, y al final acabó triunfando en el club de fútbol más exigente del planeta. El Guarnizo de El Astillero no debía ser por aquel entonces, ni aún ahora, mucho más grande que el Motrico guipuzcoano y el fichaje de la Galerna originó entre los seguidores del Racing de Santander unas protestas tan airadas como las que acaba de provocar entre los de la Real Sociedad la contratación de Asier. Gento llegó a la casa blanca con tres años menos de los que tiene hoy Illarra e inmediatamente empezó a sufrir los rigores del invierno madrileño, pero no en forma de copitos de nieve o de gotas de lluvia sino de patadas verbales a la espinilla, que era donde más le dolían al chico, un pipiolo.

De Gento se dijo de todo, desde que no sabía correr hasta que no podía frenar y, de no haber sido por el señor Héctor Rial, que se empeñó en enseñarle a atemperar su agitado transcurrir por la banda, probablemente Gento no habría tenido jamás la posibilidad de conquistar esas seis Copas de Europa que ahora mismo jalonan una trayectoria deportiva única e irrepetible. Rial llegó al Madrid recomendado por Di Stéfano, que era algo así como tener el enchufe de Lou Grant para hacer las prácticas en Los Ángeles Tribune, Santiago Bernabéu le entregó la otra mitad del billete de acceso al vestuario y el fino centrocampista argentino se propuso tutelar a aquel relámpago zurdo que parecía tener fecha de caducidad. Cuando Gento comprendió al de Pergamino y éste acabó de cuadrar definitivamente sus pases aquella pareja se convirtió en una de las claves del mejor Real Madrid de todos los tiempos.

Ahora se espera lo mismo de Alonso, ocho años mayor que Illarra y veterano de mil batallas. Xabi, bien sea por paisanaje o bien por el conocimiento que sin duda posee el tolosarra del complejo oficio de metrónomo merengue, deberá hacer con Asier lo mismo que hace 60 años hiciera Rial con Gento, protegerle de las fieras corrupias, blindarle, enseñarle la lección, advertirle del camino a seguir y erigirse en su amigo y en su guía, su protector. Nada más llegar aquí el chaval, que de tonto no tiene ni medio pelo, ya se ha puesto a las órdenes del que manda, que no es otro que Cristiano. Ronaldo manda, sí, como lo hacía Di Stéfano en el Real de Rial y Gento, pero Xabi debe convertirse en el padrino del niño sobre el campo y, en una ciudad conocida entre otras cosas por su refinada crueldad a la hora de hurgar en la herida de sus propias estrellas, también en su GPS fuera de él. Con ayuda de Alonso, que pudo con el Real y con Madrid, Illarramendi también acabará imponiéndose al club y a la ciudad, que son de órdago a la grande. Que se lo pregunten a Gento.

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