He visto pocos goleadores como Hugo Sánchez. El mejicano convivió con delanteros más habilidosos que él, pero cuando de entrar a matar se trataba no fallaba casi nunca. No en vano, Hugo está entre los cinco máximos goleadores del Real Madrid, club que a lo largo de su historia ha contado con los mejores especialistas del mundo. Por lo demás, Hugo, que yo creo que ya tenía claro desde que jugaba en el Atlético que él quería acabar en el Madrid, era uno de esos futbolistas desequilibrantes que ganaban partidos ellos solos. Y cuando me refiero al desequilibrio lo hago también al psicológico. Todavía es recordada aquella jugada del Molinón con el delantero madridista y Ablanedo, portero del Sporting, como protagonistas: Hugo pisó al guardameta, éste le respondió, el árbitro expulsó a Ablanedo y pitó penalti a favor del Real Madrid que lanzó, y marcó por supuesto, Hugo Sánchez; creo recordar que aquel partido acabó con el marcador de 1-0 para los merengues.
Del Hugo jugador de fútbol poco más se puede decir salvo que ha sido sin duda uno de los mejores goleadores del último cuarto de siglo. Era ambicioso, presumido, pretencioso, avaricioso, ególatra, individualista y vanidoso, o sea, un auténtico divo, una estrella, un crack. Quería que se le tratara como tal, no hacía prisioneros sobre el terreno de juego ni tampoco fuera de él, dudo que tuviera muchos amigos, ni siquiera dentro de su propio vestuario, aunque era idolatrado por las aficiones de sus equipos y vilipendiado e insultado por los seguidores rivales. El mejicano se acostó un día con los ecos de los gritos de "¡indio, indio, indio!" del estadio Santiago Bernabéu resonando aún en sus oídos y a la mañana siguiente se levantó con los gritos de "¡Hugo, Hugo, Hugo!" de los mismos que antes le querían linchar. Antes y después, 54 goles en la Liga con el Atlético y 164 con el Real Madrid. Hugo Sánchez Márquez era imprescindible y él lo sabía.
Sin embargo del Hugo entrenador, como ocurre con el caso de Maradona, no sabemos nada y lo bueno o lo malo está todavía por descubrir. Del mismo modo que todos intuíamos desde que aterrizó en el Atlético de Madrid procedente de los Pumas que su ambición era acabar jugando con el Real Madrid, ahora todos sabemos que su reto es utilizar al Almería como catapulta hacia el banquillo que ahora mismo ocupa Juande Ramos. El, además, no pretende ocultarlo y con una altanería similar a la que poseía aquel Bota de Oro de la temporada 1989-1990 declara a los cuatro vientos que se siente preparado para dar el salto y que sabe que su momento llegará. No lo sé, la verdad. En su día lo aposté todo al número de Schuster y ahora vivo debajo de un puente. Hugo y Schuster tienen demasiadas similitudes, aunque creo -quiero creer- que el mejicano es más listo que el alemán aunque tan complejo como él. En Almería está la respuesta.