Lo que más me maravilló siempre de don Luis Molowny Arbelo, a quien por edad no pude ver jugar al fútbol, es que, habiéndolo aprendido todo en la calle como la mayoría de chavales de su generación, parecía un hombre de Harvard. Ya saben a lo que me refiero: seguro que de Harvard, que acaba de ser elegida por cierto la mejor Universidad del mundo, también habrán salido unos cuantos bandarras, pero cuando uno piensa en la mejor educación, los modales más refinados, la preparación más selecta y la formación más exigente, inmediatamente piensa en Harvard; al menos a mí me pasa. Yo oía hablar a Molowny, le veía gesticular, y al instante me venían a la cabeza John Harvard, el lema Veritas, el Memorial Hall, la biblioteca de la Universidad, los Harvard Crimson, Franklin Roosevelt, Leonard Bernstein, T.S.Eliot... Don Luis hablándoles a todos de su Real Madrid con aquel acento canario que jamás le abandonó, y los Kennedy, Trudeau, Bush y compañía absolutamente embobados escuchándole.
Por lo que me contó quien sabía mucho más que yo de esto y de todo lo demás, Molowny, a quien durante su etapa como jugador apodaron simpáticamente "el mangas" por su forma de agarrar los puños de la camiseta, fue un finísimo futbolista, veloz, preciso en el pase y tan de Harvard sobre el campo como luego seguiría siéndolo en el banquillo y en los despachos. Cuentan que Quincoces, enviado urgentemente por Santiago Bernabéu en avión a Las Palmas y apremiado también por el interés azulgrana en hacerse con sus servicios, le ganó por la mano al representante del Barcelona porque el club catalán decidió mandarle en barco. Molowny se convirtió en futbolista de la primera plantilla y desde aquel preciso instante empezó a imbuirse del espíritu del club hasta conseguir representarlo mejor que nadie. Cuando hablaba don Luis lo hacía el Real Madrid.
Por lo demás, Luis Molowny se convirtió en el Marty Maher de la casa blanca merengue, alguien al que se podía recurrir en el peor momento y en quien se podía confiar ciegamente. Su extraordinaria hoja de servicios y su cariño desinteresado, demostrado mil veces a lo largo de toda su vida, acabaron por transformarle en una marca. Cuando la directiva recurrió a Vicente del Bosque para que se hiciera cargo del equipo se dijo que el actual seleccionador nacional era el nuevo Luis Molowny del Real. En momentos de zozobra y cuando los resultados no llegaban siempre se decía que al club le faltaba un Molowny. Yo mismo comenté el otro día que el Madrid carecía hoy de esa figura emblemática a la que poder pedir consejo y con la que poder contar por si acaso. Esta mañana ha muerto este canario blanco que pareció educado en Harvard y cuya vida me recuerda mucho a aquella gran película de John Ford, Cuna de Héroes. Él lo fue, desde luego, además de un gran señor. El madridismo siempre le recordará y le guardará un hueco en su corazón. Gracias don Luis.