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El penúltimo raulista vivo

Tonto útil californiano

No sé si habrán caído ustedes en la cuenta de que todos los años por estas fechas, y eso que la última vez que Nicolas Sarkozy estuvo aquí alabó a los jóvenes deportistas españoles o quizás por eso precisamente, por envidia pura y dura, Le Monde, Figaro, L'Equipe, Le Parisien o Liberation salen en portada con el típico rumor del borracho del Moulin Rouge a las cinco de la mañana acusando veladamente a Rafa Nadal de tener unos brazos demasiado musculados o a Alberto Contador de subir demasiado rápido. En Francia, país admirable por tantas y tantas cosas, no inventaron Roland Garros o el Tour para que los ganaran sus vecinos sino para mayor gloria de los atletas de la Cuarta República. No murió en las Ardenas Roland Garros para que luego viniera un chico de Manacor con pinta de comanche para robarles lo suyo. No se exhibieron a comienzos del siglo XX los Garin, Cornet, Trousselier, Pottier y Lapize para que después llegara un chaval de Pinto a vestirse de amarillo.

Qué decir de la figura del tonto útil. Dentro del mundo de los tontos, el útil constituye un escalón superior. Hay muchas clases de tontos. Está el embobado, luego tenemos al idiota, está por supuesto el estólido o falto de razón y de discurso, el insensato, el ganso, el sansirolé, el imbécil puro y duro, el arrocinado y, por último, en lo más alto del escalafón, está el tonto útil. ¿Por qué en lo más alto?... Pues porque, a diferencia del resto de los tontos del mundo, el útil al menos sirve, en la mayoría de las ocasiones sin su propio conocimiento, a la causa de alguien. El tonto no se beneficia a sí mismo, de ahí precisamente su tontez, pero al menos sirve a su patrón. Algunas veces el tonto no es tonto sino que se lo hace por necesidad, pero ese tipo de tonto ya no sería estrictamente un tonto útil puesto que, en el fondo, estaría trabajando para sí. En realidad ese tonto es más listo que los más listos y debemos dejarlo fuera de esta clasificación.

Cuanta menos necesidad tienes, más tonto útil eres. El tonto útil de la semana que ahora concluye es Greg LeMond por quien acabo de perder definitivamente el respeto y admiración que pudiera tenerle. ¿Qué necesidad podrá tener de decir tonterías un ciclista que ha ganado en tres ocasiones el Tour de Francia?... Ninguna. Por lo tanto, LeMond es el tonto útil más tonto de la historia. No hay peor cosa que el patrioterismo. Yo conozco a muchos tontos españoles y, por el hecho de que hayan nacido en Poyales del Hoyo, en Membrillo o en Cabra no voy a negar la evidencia. LeMond trata, porque no lo logra, de arrojar basura a la cara de Contador porque por medio está su compatriota Lance Armstrong y quién sabe si una jugosa oferta para pasar a engrosar próximamente la filas de su equipo. "Nunca un corredor del Tour ascendió tan rápido", dice LeMond. La respuesta es porque nunca hubo en el Tour un ciclista tan bueno como Alberto Contador. Se ve que LeMond olvida cómo subían Merckx, Hinault, Anquetil o Fignon. Se ve que LeMond prefiere olvidar cómo escalaba él mismo cuando estaba bien. No sé si habrán visto por ahí uno de esos carteles en los que puede leerse eso de "hoy hace un buen día, verás cómo viene alguien y lo joroba todo". Pues hoy es un gran día, y mañana será mejor, y el domingo ni les cuento lo bueno que va a ser. Ningún tonto útil de California va a venir a estropeárnoslo.

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