A la Real Sociedad de San Sebastián ya le aplicaron la inyección letal en el partido del Camp Nou, una mezcla de tiopental sódico, bromuro de pancuronio y cloruro de potasio, una muerte dulce. Todo quedó decidido en aquel minuto fatídico al borde del descanso cuando del 0-1 y diez jugadores del Barcelona se pasó al 1-0 y diez jugadores de la Real. Ahora vas y lo cascas. Bendita ingenuidad la de los futbolistas y el público donostiarras pensando que existía una mínima posibilidad de plantarse en la gran final. La hubo y muy seria pero entonces el sistema decidió que no quería más sorpresas. De ahí que hoy todos seamos un poco Diego Ifrán, el jugador que ha estallado en su perfil de Twitter preguntándose en voz alta si los árbitros están comprados.
Claro que todo dará una vez más igual. El problema sigue siendo el mismo: Angel María Villar Llona, un hombre que está a punto de superar el registro de Mobutu Sese Seko en la presidencia del Zaire. Hacen falta hombres nuevos con nuevas ideas, nuevos métodos de designación de los colegiados, fórmulas nuevas que gentes que llevan ahí casi un cuarto de siglo son absolutamente incapaces de poner en práctica. En cualquier organización humana acaba sucediendo que, tras años y más años de anquilosamiento, acaba convirtiéndose en endogámica. Yo no digo que Sánchez Arminio sea una mala persona, únicamente afirmo que es un inútil y un orgulloso, alguien incapaz de solucionar los problemas porque para él simplemente no existen.
Y ahora la final. Y otra vez el rollo macabeo de dónde deberá jugarse. Yo, aprovechando que el fútbol es una tarde de lluvia allí, propongo humildemente desde aquí el nuevo estadio de San Mamés. ¿No es Villar vasco? ¿Y no hace un montón de tiempo que no se celebra por aquellos lares y por todo lo alto la fiesta del fútbol español? ¿No es acaso la Copa la competición emblemática del Athletic? ¿Y no acaba de inaugurarse como quien dice el nuevo campo? ¿Qué mejor momento que el actual para homenajear a uno de los clásicos de nuestra Liga?... Está claro, San Mamés. Y si, por algún motivo que se me escapa es materialmente imposible jugar allí una final de Copa, el Camp Nou. Bilbao o Barcelona. Si yo estuviera en la piel de Florentino Pérez pediría uno de los dos.