Y ahora regreso otra vez al principio: no hay nada que pueda justificar la actitud de Guti, nada. El lo sabe y creo que ya ha pedido las oportunas disculpas. Dicho lo cual, sí detecto sin embargo una suerte de exhibicionismo impúdico por parte de los equipos que juegan contra el Real Madrid a la hora de declarar abiertamente y sin ambages su intención de frenar al centrocampista merengue al precio que sea. El árbitro está para impartir justicia sobre el campo y no para cantarle una nana a tal o cual jugador, por muy bueno que sea, pero es que, limitándose a aplicar el reglamento, se acabaría rápidamente con esta clase de actitudes. Y, refiriéndome al caso de Guti, lo hago por extensión a Messi, Agüero, Ronaldinho, Robinho y todos aquellos futbolistas que están en condiciones de hacer del fútbol un arte.
Si el árbitro no hace bien su trabajo y la reiteración en las faltas no castigadas tienen al madridista más veces "comiendo hierba", como diría Fernando Redondo, que con el balón en los pies, estalla una incontenible tormenta dentro de la cabeza de Guti. Y es curioso porque los rivales del Madrid también saben de la fragilidad mental del jugador en cuestión y sólo tienen que poner el crono en marcha y esperar a desquiciarle para jugar contra un equipo con diez. Pero, para conseguir eso, han de contar con la inoperancia o, lo que es peor, la anuencia del juez de la contienda, que no es capaz de frenar al agresor. Repetiré lo mismo por tercera vez: no hay excusas para Guti, del mismo modo que tampoco las hay para el futbolista que, de forma reiterada y malintencionada, persigue que su rival no juegue al fútbol, o para un árbitro que, cobrando noventa mil euros al año sólo por dirigir partidos, no se conoce el reglamento o no sabe cuándo o cómo aplicarlo. Ellos tampoco tienen excusa.