A Carlo Ancelotti se le ocurrió decir ayer en la Cadena Ser que en su día quiso fichar a Diego López para el Milan y casi se ordena desde la Dirección General de Seguridad Periodística el fusilamiento al alba del entrenador italiano: "¿Por qué?", "¿Para qué?", "¿A qué viene esto?", "¿Qué pretende?", "¿Qué busca?", "¿Le quiso y no pudo ficharle?", "¿No sería que alguien se dio cuenta de que no era tan bueno y al final se arrepintió?", "¿No hará estas declaraciones para protegerle?"... Tras la obtención de la cabeza de Mourinho, servida caliente y en bandeja de plata, el nuevo objetivo de los Tattaglia no es otro que demostrar que Diego López, que llegó al Real Madrid con 18 añitos, es un auténtico tarambana y un felón, un traidor a la patria, un trepa y un renegado.
El nombre de Casillas, que el otro día se quejaba amargamente de su sobreexposición mediática, aparece casi siempre en la prensa para bien mientras que el de López es permanentemente arrastrado por el fango. "El otro día", contaba Miguel Gila, "nada más salir a la calle me di cuenta de que cuatro individuos estaban pegándole una paliza a otro que estaba en el suelo"; "y, ¿qué hiciste?", le preguntan. Respuesta: "¡Cómo le pusimos entre los cinco!"... La diferencia es que lo de Gila era una broma. Este es un duelo mediático desequilibrado e injusto, un combate en el que a uno de los contendientes se le obliga a pelear con las dos manos atadas a la espalda y con los ojos vendados y se le fuerza a luchar contra la historia, que como afirmaba Tucídides es un incesante volver a empezar. Si le han organizado todo este circo al chico por hacer bien su trabajo, ¿qué no serán capaces de montar si mañana la pifia ante el Barça?... Miedo me da. Temo por López y por su familia.
Lo que más me admira de Diego es sin duda su admirable capacidad para aislarse del brutal ruido, que supongo que sabrá viciado y prostituido, generado a su alrededor, un ruido virtual y no real pero que tiene que afectarle necesariamente. Como alguien dijo hace tiempo, si el debate fuera futbolístico sería interesante, pero está claro que no lo es. Aquí no está en juego la justicia o injusticia de una decisión deportiva, que sí sería debatible, sino la lealtad, la fidelidad, el alineamiento alienado. Y así es imposible, claro. Molesta incluso, genera desazón e inquietud, que se diga algo tan evidente como que Cristiano Ronaldo "estuvo en capitán" en su última rueda de prensa. Una cosa es la tradición y otra la realidad del día a día. Es tan claro que el Real Madrid tiene ya tres capitanes como evidente que Cristiano es el auténtico líder de ese equipo. Como cantaba Sandro Giacobbe, "la vida es así, no la he inventado yo".