Desafortunadamente no podré entregarle a Robinho el premio al futbolista más popular del mes de agosto tal y como era mi intención inicial. Mientras que a Cristiano Ronaldo le costó más de cuatro largos y tortuosos meses quedar a la mismísima altura del betún, Robinho, quizá por eso de que quería ser mejor que el portugués en algo, lo que fuera, le ha hecho una bicicleta a la seriedad personal y al rigor profesional y se ha ahorrado al menos tres meses y medio de trabajo sordo y tenaz, justo el tiempo que tardó Ronaldo en desacreditarse a sí mismo, plantándose él solito delante del portero. El último baile de la cucaracha lo están protagonizando en este preciso instante todos y cada uno de los socios y aficionados madridistas, convencidos en su inmensa mayoría de que la marcha del septuagésimo quinto sucesor de Pelé es la mejor noticia que ha recibido el club desde la salida del inolvidable Walter Samuel, más conocido como el muro de las lamentaciones.
Coincido con Peter Kenyon cuando asegura que Robinho no vale ni por asomo los cuarenta millones de euros que han pagado por él. O, para ser exacto y buscando evitar absurdas polémicas que nos llevarían a enzarzarnos otra vez acerca del sexo que tienen los ángeles, si son niños o son niñas, yo, como le pasa al señor Kenyon, jamás en la vida habría pagado ese dinero por este jugador. Afortunadamente para el madridismo los propietarios del Manchester City, el equipo llamado a cumplir su sueño de convertirse en el mejor futbolista del mundo, no piensan lo mismo y han pasado por taquilla dejándole al Madrid quince millones de euros más de los que Florentino Pérez invirtió en él hace ya unos cuantos años: un negociazo, todo sea dicho de paso. Parece que el enfado de Scolari con Robinho, y de rebote con Abramovich y el propio Kenyon, es monumental, porque el entrenador del Chelsea interpretó que, puesto que el ruso es milmillonario, haría lo que él le pidiera y arrojaría el dinero por la ventana cuando, tal y como yo lo veo, si Abramovich tiene tanta pasta debe ser precisamente por hacer todo lo contrario de lo que le exigía Scolari y no malgastar ni uno sólo de los euros que tiene en su cuenta corriente.
Con Robinho anda muy molesto incluso el Santos, su anterior club. Marcelo Teixeira, que fue el caballero con el que Pérez tuvo que librar aquella agotadora batalla que acabó con los huesos del brasileño en el estadio Santiago Bernabéu, dice que están avergonzados de haber producido (literal) un futbolista así. Y Pelé, que últimamente se zambulle con regocijo y satisfacción en todos y cada uno de los charcos que se le van apareciendo por el camino, felicita al Chelsea por no haber pagado lo que sí tuvo a bien abonar sin embargo el Manchester City. Y aquí, lo prometo con los dedos cruzados por detrás de la espalda, concluyo esta serie de artículos que han tenido como protagonista al bueno de Robinho y que tanto han disgustado y/o aburrido a algunos de los participantes en el blog. No soy Leo, no, soy Sagitario; el horóscopo retrata a los de mi especie como apasionados, imaginativos, independientes e intuitivos aunque yo no me crea nada de eso. Sí intuí, sin embargo, que este chico no le daría al Real Madrid más que un montón de problemas, y en eso al menos sí que acerté. ¿Cómo se dice?... Tanta paz lleve como descanso y millones deja. Y que lo disfruten en la Premier. Se acabó.