Es un hecho que al Barcelona también le está costando hacer su fútbol. La excusa es el Mundial y la consecuencia es una pretemporada rara de la que huiría cualquier entrenador meticuloso, y Pep Guardiola lo es. Pero la misma excusa e idéntica consecuencia podrían aplicársele también al Real Madrid, que, para más INRI, cuenta con otro entrenador, nuevos sistemas de trabajo y jugadores en pleno proceso de acoplamiento. No creo que al Barcelona le cueste demasiado coger la onda y, aunque el Madrid no juegue todo lo bien que reclaman sus aficionados, tengo para mí que seguirá ganando los partidos por aplastamiento; la ocasión de hacer "granero" durante los meses de septiembre y quizás también octubre la pintan, por lo tanto, calva para Valencia, Atlético de Madrid o Sevilla, los eternos candidatos a dar la sorpresa.
Me parece que, una vez que Barcelona y Real Madrid le metan la velocidad de crucero a la Liga, el campeonato español volverá a ser cosa de dos. Casi lo es ya, con los merengues líderes y los culés terceros, y eso que el efecto del Mundial todavía no ha debido pasárseles. El Real únicamente falló en Pamplona, y, al hacer balance al final de la temporada, seguro que llegaremos a la conclusión de que la tempranera victoria del Hércules de Alicante en el Camp Nou se convirtió en la sorpresa más importante de la Liga. Los grandes vuelven a estar posicionados y, tras un campeonato muy goleador, parece que lo que se lleva ahora es no encajar. Manolo Preciado destacó justamente eso de su rival de anoche, la forma tan perfecta que tiene de defender este Barcelona de Guardiola.
Tal y como yo lo veo, Aduriz le hizo ayer un gran favor a Quique Sánchez Flores. No quiero ni pensar qué nivel podría haber llegado a alcanzar la presión de esa plantilla si al Atlético se le hubiera ocurrido finalmente llevarse los tres puntos de Mestalla. Atrás se vive mucho más relajado, dónde va a parar, de forma que el golito del Valencia alivió la tensión. Y, de paso, le regaló el liderato al Madrid. El Real, como por otro lado ocurre todos los años, tiene que torear en el estadio y fuera de él: que si Mourinho habla de espías, que si Carbonero dice que Cristiano es un egoísta, que si Casillas le pide al técnico ir a entrenar una horita más tarde para poder llevar a los niños al colegio... Pellegrini, por poner un caso, habría dicho que "sí" a esa petición de la plantilla... a cambio de ganar todos los partidos de octubre. Mou dijo "no", que es lo suyo. Lo de Quique es no presionar demasiado a sus jugadores y lo de Preciado aprender álgebra para poder parar a Xavi. Y eso que el circo no ha hecho más que empezar.