No estuvo demasiado afortunado el presentador de la televisión inglesa Michael Parkinson cuando dijo aquello de que "aparte del paracaidismo, no conozco ocupación más arriesgada que la de entrenador de fútbol". Yo conozco mil oficios bastante más arriesgados y mucho peor pagados que el de entrenador de fútbol: trabajos con riesgo de caída desde altura, con riesgo de sepultamiento o hundimiento, en espacios confinados, con riesgo de ahogamiento por inmersión, en obras de construcción... Podría estarme así tres días. Imagino que Parkinson buscaba una frase ingeniosa y supongo que habrá entrenadores profesionales de divisiones inferiores que andarán a la cuarta pregunta, con la hipoteca a cuestas, cobrando tarde, mal y nunca y buscándose la vida, pero él no se refería a esos entrenadores vocacionales sino a los de la élite, técnicos que hoy hunden un equipo y mañana mismo están dirigiendo a otro después de cobrar una cantidad estrafalaria de dinero por no hacer nada de nada.
En el periodismo deportivo existe una malsana tendencia a sentir lástima de los entrenadores de élite porque les echan cuando sus equipos no van bien y pierden muchos partidos. Habrán oído un montón de veces esa frase tan manida de que el entrenador de fútbol lleva una maleta con ruedas o esa otra de que la cuerda siempre se rompe por el lado más débil. ¿Débil dices?... Débil el que tiene que bajar a la mina para sacar carbón. Débil el que tiene que subirse al andamio para limpiar los cristales de un rascacielos. Esos sí que son débiles, pero ¿un entrenador de Primera División?... Un entrenador de fútbol de Primera es un privilegiado. Como Parkinson, que hace lo que le gusta y además le pagan. Como servidor. Cuando dices algo parecido a esto siempre te acusan de hacer demagogia, pero yo no quiero en absoluto ganarme el favor popular con halagos sino constarar una evidencia: la de entrenador de fútbol no es una ocupación arriesgada, ni los técnicos son el eslabón más débil de la cadena.
Cuando un entrenador consigue finalmente ingresar en el "circuito de la fama" no para de salir por un sitio y entrar por el otro, para luego volver a salir y después volver a entrar, y luego salir y después entrar. No tiene más que esperar sentado a que su representante vuelva a colocarle en el mercado. Al fin y al cabo, el negocio no es tan grande. ¿Qué arriesga un entrenador? ¿Cobra menos si el equipo juega mal?... ¡No padre!... ¿No cobra si el equipo desciende?... ¡No padre!... ¿Qué arriesgó Schuster?... Schuster no arriesgó absolutamente nada y hoy es un hombre siete millones de euros más feliz que hace un par de meses. Quienes arriesgaron fueron quienes confiaron en Schuster: el alemán presumirá el resto de su vida de haber estado entrenando un año y medio al Madrid y encima dirá que ganó una Liga. De ese "circuito de la fama" al que antes hacía referencia no te sacarán jamás los malos resultados cosechados o el pobre juego exhibido: saldrás y luego volverás a entrar. ¿Débiles?... Unos supermanes es lo que son. Yo de mayor quiero ser entrenador.