Uno de los regalos futbolísticos del verano que más ilusión nos había hecho era sin duda alguna el de poder presenciar el enfrentamiento chino entre José Mourinho y Pep Guardiola, que suponía el retorno del duelo entre los dos gallitos de los banquillos a nivel mundial, la reedición de aquellos choques míticos de la Liga española que a Del Bosque le gustaron tan poco y que a mí, como a otros muchos, nos parecieron tan apasionantes. Pero no, no hubo remake y, cuando todos nos las prometíamos tan felices, la lluvia anegó el cesped del estadio Nacional de China y nos quedamos compuestos y sin el espectáculo de poder ver, por ejemplo, si Guardiola y Mou se estrechaban finalmente la mano, qué caras ponían al hacerlo, las novedades de ambos equipos y si City y United empezaban ya a parecerse un poco a sus dos ideólogos.
Porque, en el fondo, el duelo entre Mourinho y Guardiola siempre ha supuesto la traslación a los banquillos del que mantienen desde hace siete años Messi y Cristiano sobre el campo. El mundo del fútbol, como el de los toros, vive de esos enfrentamientos, que al final acaban reduciéndolo todo demasiado y dejando a un lado los imprescindibles matices: ni el bueno es tan bueno ni el malo tan malo como solemos pintarlos los periodistas, que en la simplificación nos movemos como pez en el agua. Desde ese punto de vista, la Premier no sólo ha sabido captar a dos de los enfants terribles más significados del deporte mundial sino que, por si ello fuera poco, los ha juntado además en la misma ciudad. Manchester dejará de ser una ciudad aburrida para convertirse en un parque de atracciones, con su Dragón Khan y todo.
Como Cristiano, Mourinho también es de maratones. Tendrán que pasar por lo menos cincuenta años para que nos demos cuenta de la dimensión real de un entrenador que ha sabido competir en cuatro Ligas tan distintas como la portuguesa, la inglesa, la italiana y la española y con futbolistas tan diferentes como los del Oporto, el Chelsea, el Inter, el Real Madrid y ahora el United. Yo creo que José Mourinho está entre Bill Shankly y Brian Clough y que la inmediatez del análisis y las fobias y las filias de las que ni podemos ni queremos desprendernos nos impiden a sus coetáneos enfocar correctamente su trabajo, que es propio de un genio. Spoiler: Mourinho ganará la batalla de Manchester, de eso no me cabe la menor duda, del mismo modo que acabó ganando la batalla española. Paciencia, lo veremos. Aunque China nos haya dejado de momento con la miel en los labios.