Posiblemente sea cierto eso de que José Antonio Reyes tenía desde hace mucho tiempo una espinita clavada con el Atlético de Madrid, aunque de lo que albergo pocas dudas, y más aún tras su extraño estreno de ayer (¿Cuándo se ha visto a un futbolista pitado por sus nuevos seguidores el mismo día de la presentación?), es de que un sector importante de la afición colchonera se sintió traicionada por el sevillano cuando, con el acuerdo ya preparado sólo para ser firmado, les clavó la Tizona hasta la campanilla a los seguidores rojiblancos para marcharse al eterno rival. Ahora Reyes, un buen jugador de fútbol que ha demostrado que lo suyo no es precisamente imitar a Castelar, ha tenido la desfachatez de decir que él quería fichar por el Atleti desde que tenía trece años, cuando se enteró de que le seguían de cerca los pasos. Y se ha quedado tan tranquilo.
Habría bastado con lo de siempre, el típico "Buenas tardes a todos, estoy muy feliz de haber fichado por el Atleti y daré lo mejor de mí mismo", pero no, Reyes tenía que improvisar. Y, precisamente ahora, tras la espantá del adulto Torres (porque en el Liverpool ha crecido un montón y ya no es un niño como era aquí) y el anuncio de la venta del estadio Vicente Calderón, los atléticos tienen el cuerpo para pocas jotas, la verdad sea dicha. Reyes no es el primer futbolista que pasa del Real Madrid al Atleti, al igual que Saviola no será el último jugador que pase del Barça al Madrid; sin embargo al "conejo" no se le ocurrió decir, justo el día de su presentación, que había sido madridista desde chico porque eso habría supuesto una sonora, generalizada y estruendosa carcajada en la sala de prensa. Saviola, por poner sólo el último ejemplo significativo, ni siquiera se atrevió a decir si, llegado el caso, celebraría un gol suyo contra su ex equipo en el estadio Santiago Bernabéu.
Al contrario de lo que su madre le prometió una noche en El Tirachinas al falso Emilio Butragueño de El Radiador, José Antonio Reyes no le ha dado muchos días de gloria al madridismo. Tras una temporada más bien gris y aciaga, precisamente en el último y decisivo partido del campeonato contra el Mallorca los goles del sevillano resultaron decisivos para la obtención del título de Liga. Por lo demás, Reyes, a quien tendrían que aconsejar cuanto antes que no hablara fuera del campo, tampoco se mostró excesivamente elocuente sobre él. Ahora trata de explicar que el Madrid estuvo presionando hasta la misma noche del lunes para evitar que se fuera al Atleti, pero lo único cierto es que si Pedja Mijatovic le hubiera pagado al Arsenal lo que pedía por él, Reyes habría seguido vistiendo tan contento la camiseta merengue. Así de claro.
Probablemente Ramón Calderón, perfectamente conocedor de que el chico era rojiblanco desde su más tierna infancia, no haya querido retenerle por más tiempo en el Madrid para seguir haciendo de él un auténtico desgraciado. El año pasado, nada más dejar tirado al Atleti, Jesús García Pitarch, director deportivo del club, dijo lo siguiente: "Probablemente haya sido mejor que Reyes no haya recalado aquí porque todos los jugadores que están en este club tienen una implicación muy importante con este escudo y este equipo. Por lo que he visto y he escuchado, ese compromiso no lo ha tenido ni lo tiene Reyes." Asistimos, pues, embobados, a la sorprendente conversión rojiblanca de Reyes. ¡Milagro, milagro, milagro! Sólo falta que se lo crean los atléticos.