Por pura casualidad, porque las circunstancias así lo han querido, el Real Madrid ha asistido hoy a un cambio de guardia generacional muy significativo. Lo es por quién llega, Xabi Alonso, un futbolista largamente esperado por los actuales responsables del club que ya le pretendieron cuando despuntó en la Real Sociedad, y lo es también por quién se va, Michel Salgado, il due, un futbolista con un corazón enorme y en algunos momentos, bien es cierto que pocos, injustamente tratado. Michel ha sido testigo directo de una de las mejores rachas deportivas del club que incluyen, entre otros éxitos, tres Copas de Europa. En su afán por nacionalizar al equipo, Florentino Pérez ha cambiado español por español y, entre tanto ajetreo de idas y venidas, por el camino se habrán cruzado la amplia sonrisa del futbolista que sabe que llega al mejor club del siglo XX según la FIFA y las lágrimas del jugador que se da cuenta de que el tiempo resulta implacable incluso para él.
En cuanto a Xabi habrá que decir que todas las partes salen ganando. Ganan el Liverpool y Rafa Benítez; el club inglés porque ingresa 30 millones de euros, cantidad de dinero nada desdeñable incluso por un futbolista tan relevante como Alonso, y Benítez, que queda bien a ojos de sus jefes tras tensar la cuerda hasta la frontera de lo razonable, porque ya tenía a Aquilani preparado y porque en la refriega, que ha durado un par de meses, había visto cómo su relación con el jugador se había deteriorado. Xabi cumple su sueño de regresar a la Liga española y, por si fuera poco, lo hace al Real y en un momento de cambio muy ilusionante. Sólo hay en el mundo dos o tres clubes a los que se pueda ascender desde el Liverpool, que es un clásico, y uno de ellos es el Real Madrid. En cuanto al club blanco está todo dicho: llevaban soñando con Alonso desde que liderara aquella Real Sociedad que a punto estuvo de ganar la Liga y Pellegrini lo consideraba imprescindible para su proyecto.
En cuanto a Michel, las lágrimas le delatan y constituyen una prueba irrefutable de que el dinero no lo es todo en el fútbol. De Michel se podrán decir muchas cosas, algunas con razón y otras desnortadas, salvo que no haya sudado la camiseta con el dorsal número 2 del primer equipo del Real Madrid. Cuentan que Di Stéfano le puso la proa a Didí porque decía que cuando todos entraban por la puerta del vestuario al finalizar el partido, el brasileño lo hacía con la camiseta más limpia que el resto. Aquello impidió a Didí triunfar en el Madrid. Michel podría haber jugado perfectamente y sin desentonar en el mismo equipo que el actual presidente de honor del club. A Salgado le sustituye Xabi del mismo modo que Michel, cuando llegó al Real procedente del Celta, suplió a otro jugador. Es la ley de la vida y del fútbol. Es un cambio de guardia generacional que da carpetazo al fin a uno de los culebrones del verano.