Aunque sin explicar por qué sí o por qué no, Santiago Solari deshizo anoche uno de los nudos que había hecho su antecesor en el cargo, Julen Lopetegui, y me refiero al asunto central de quién ocupará la portería en Liga y Champions, que al final será Thibaut Courtois. Después, en la rueda de prensa, y ya digo que sin explicar los motivos técnicos que le habían llevado a adoptar semejante decisión, Solari se mostró muy elogioso hacia la figura deportiva y personal de Keylor Navas, que es el gran damnificado de la que ha sido, probablemente, la decisión más difícil que haya tenido que adoptar en toda su trayectoria como técnico quien hoy ocupa el banquillo del Madrid. Si Solari tuvo que ponerse ayer colorado es por la sencilla razón de que antes Lopetegui prefirió ponerse cien veces amarillo con este asunto, jugó al despiste, dio una de cal y otra de arena y, al final, acabó disgustando tanto al belga como al costarricense.
Decía antes que Solari no explicó por qué Courtois va a ser con él titular por encima de Keylor, pero tampoco es necesario que lo razone, del mismo modo que a Valverde no le preguntan por qué prefiere a Ter Stegen por delante de Cillessen o a Simeone por qué se decanta por Oblak por delante de Adán, con la salvedad de que ni Cillessen ni Adán han ganado tres Champions consecutivas y Keylor sí. Vamos, no han ganado tres Champions consecutivas ni Cillessen ni Adán ni tampoco sus porteros titulares, Ter Stegen y Oblak. Y la complejidad de la decisión radica precisamente en ese aspecto: ¿Cómo sentar a un portero que es ya, y por derecho propio, leyenda vida del madridismo? ¿Qué ha hecho mal Keylor para que le sienten? ¿Y qué ha hecho bien hasta ahora Courtois para que le pongan por delante de Navas? Keylor no ha hecho nada malo y Courtois no ha tenido tiempo de demostrar lo extraordinario portero que es, indiscutiblemente uno de los tres mejores del mundo, de modo que, hiciera lo que hiciera, el entrenador seguiría siendo cuestionado. Pero lo más honrado es lo que hizo ayer Solari, que dio dos pasos hacia adelante y dijo "aquí estoy yo": uno no puede pretender salir indemne de un trabajo como es dirigir al Real Madrid.
Por lo demás, el entrenador Solari ha sido absolutamente coherente con el columnista Solari, quien, desde El País, criticó en su día a Ancelotti por esa distribución bienqueda de minutos entre Casillas y Diego López. Solari cree que Courtois es mejor portero que Keylor, que es un portero buenísimo, y piensa, además, en algo en lo que no quiso pensar Lopetegui, y es que Courtois es, por edad, el portero del futuro del Real Madrid. Como los Tattaglia son como son, habrá quien diga que el actual entrenador se pliega a las primeras de cambio a los íntimos deseos de Florentino Pérez, que si se gastó 35 millones en el belga fue por algo y no para tenerlo sentado en el banquillo, pero, por ahora, el trabajo de Santi Solari viene avalado por sus resultados: tres victorias de tres partidos, once goles a favor y ninguno en contra. Como sucedió con Rafa Benítez y Zidane, en el Real Madrid sólo han tocado una pieza y, de repente, el equipo han comenzado a ganar, que es lo que necesita ahora mismo como el comer, más incluso que jugar bien: ganar, ganar y ganar y volver a ganar, como decía Luis Aragonés.
Solari ha decidido acerca de la portería, del mismo modo que decidió dejar en el banquillo a Isco o Asensio, ir aireando poco a poco a Vinicius, meter a Reguilón, darle más oportunidades a Odriozola o, también ayer, entregarle los galones a Ceballos por delante de Modric, que será titularísimo en Vigo. Solari ha decidido que su portero es Courtois, sabia decisión; y, por mucho que Keylor caiga bien, el vestuario debe decir "amén". Y, allá por el mes de enero, Navas debe decidir si quiere ser el portero suplente del mejor club deportivo del mundo o intentar el asalto a la titularidad en otro equipo de menor categoría. Todo es comprensible, todo. Es comprensible que a Solari le guste más Courtois y es comprensible que a Keylor no le guste lo que ha decidido su entrenador; lo que no es ni comprensible ni justificable es aplazar sine die una decisión, aparcarla en doble fila y con la intermitencia puesta y a la espera de la caída del higo chumbo porque estamos en noviembre y ya no es temporada.