Nunca entramos a valorar nada y así nos luce el pelo. Y mientras nosotros nos pensamos si valorar o no, ellos, los otros, los que no somos nosotros, van ganando poco a poco terreno sin que nos demos cuenta. Creo que fue Martin Luther King quien dijo aquello de que lo más escandaloso de nuestros tiempos no eran las fechorías de los malvados sino el silencio de las buenas personas. No entramos a valorar nada y un día, de repente, nos encontramos con el enemigo en casa: aparca el coche en nuestro garaje, se come nuestra tortilla de patatas, se ducha en nuestro cuarto de baño y se mete en nuestra cama. Y para cuando queremos entrar a valorar algo, resulta que ya es demasiado tarde.
Preguntado por las declaraciones que hizo el otro día Joan Laporta afirmando que esperaba que los jugadores del Barça, de cara al decisivo partido del sábado contra Dinamarca en el que nos jugamos nuestra clasificación para la Eurocopa, se dosificaran y no volvieran con sobrecargas musculares, Fernando Hierro, nuevo director deportivo de la Federación, y Jorge Carretero, portavoz de la misma, no entraron a valorar las declaraciones de Laporta ni en qué contexto las hizo. Porque, cuando de callar se trata, eso del contexto resulta fundamental.
Pasó más o menos lo mismo cuando Carod Rovira pidió el boicot para la candidatura de Madrid 2012 y se quedó tan pancho. El secretario de lo que nos queda de Estado para lo que nos queda de Deporte, la máxima autoridad deportiva, no quiso entrar a valorar entonces aquellas declaraciones, claramente ofensivas para todos los españoles de bien. El resto de la historia es sobradamente conocida por todos: el Comité Olímpico Internacional eligió Londres y, tras el sonoro bofetón de Carod, aún seguimos pensándonos si responderle al tío que se está comiendo nuestra tortilla. ¡Qué más da!
Tal y como yo lo veo, el problema no son las sobrecargas musculares que puedan sufrir Xavi, Iniesta o Puyol en Dinamarca sino las sobrecargas neuronales de los dirigentes de nuestro deporte, aquellos que tienen el mandato de defender los intereses de España y que, esperando quizás el contexto más adecuado, se callan y dejan hacer. Pues a Villar le quiere comer la merienda Mateo Alemany. Tiro de la madeja del candidato y me encuentro con Laporta. Sigo tirando y me topo con la Federación Catalana. Un tironcito más y ahí está Jordi Roche. Bajo corriendo al garaje de casa para ver si alguien ha aparcado ya su coche en mi plaza.