Por una herida muy parecida a la que al Fútbol Club Barcelona acaba de abrírsele con la actitud de Samuel Eto'o empezó también a desangrarse el todopoderoso Real Madrid de Florentino Pérez. Y ahí sigue tratando de recuperarse del costalazo que se dio. Lo peor es que, ya sean fingidos o ya sean reales, el antideportivo gesto del camerunés al no querer salir al césped del Nou Camp tras la decisión de su entrenador, ha provocado algunos comentarios solidarios por parte de sus compañeros; por ejemplo, el de Leo Messi diciendo que Eto'o no tiene por qué explicarles nada. A ellos es posible que no, pero al club desde luego que sí. Tampoco es que la habitual tibieza de Frank Rijkaard ayude demasiado en este caso. Viéndole y, sobre todo, oyéndole, diera la sensación de que le da lo mismo ocho que ochenta: si Eto'o sale, bien, y si no sale, también bien. Paz y amor.
No sé si, cuando Joan Laporta afirma que Rijkaard es un maestro y que sabrá quitarle hierro al asunto y darle la solución correcta, lo que está queriendo decir en realidad el presidente del Barça es que a Rijkaard tampoco le importa demasiado quedar siempre por debajo de sus estrellas y que por eso precisamente le tiene sentado en el banquillo. Laporta no quiere pisar ningún callo, y ése fue también el error del último Florentino, más preocupado por quedar bien con todas sus estrellas que de gestionar el club con mano firme. A Laporta le ha temblado el pulso con Eto'o y eso podría ser perfectamente interpretado dentro del vestuario como un signo de debilidad.
Y en esto apareció en escena Johan Cruyff, consejero áulico presidencial, voz en off de la telenovela de los males culés, cameraman especialista en recoger de los ángulos más recónditos y oscuros del panorama culé. Es posible que Cruyff tenga más razón que un santo al realizar sus predicciones sobre el futuro de este equipo; puede que acierte cuando, con exactitud cuasi matemática, establece en cuatro el número de temporadas que puede aguantar arriba cualquier plantilla por muy buena que sea. Pero a Cruyff, que es uno de los "gurús" del barcelonismo, habría que exigirle que salpicara de vez en cuando sus diagnósticos con alguna que otra solución. Debería ir con mucho tiento Laporta porque, si ustedes recuerdan, cuando Florentino quiso darle un impulso nuevo a su proyecto fue cuando acabó por estrellarse definitivamente. La historia se repite con este Barcelona al que, por el miedo cerval que inspira la palabra, nadie se atreve a llamar galáctico por lo que pueda pasar. Aunque, como puede observarse, las situaciones entre uno y otro club son paralelas, con el pequeño matiz de que Laporta aún puede corregirse.