Alguien muy sensato me recomendó el otro día que esperase un poco hasta criticar la gestión de Ramón Calderón como presidente del Real Madrid. "Levanta el pie del acelerador; todavía no lleva ni quince días en el cargo", me dijo. "Sólo estoy haciendo de contrapeso", le respondí, "porque, de repente, no hacen más que salir calderonistas de debajo de las piedras". Es lo que tiene el puesto. Uno se acuesta el domingo por la noche siendo abogado o constructor, y se levanta el lunes por la mañana siendo ni más ni menos que presidente del club de fútbol más importante del mundo. Con objeto de cubrirse razonablemente las espaldas, algún compañero mío optó por los cinco candidatos al mismo tiempo. Todos eran buenos, todos tenían algo, todos podían hacerlo bien. Yo, sinceramente, habría preferido que hubiera seguido Florentino Pérez, y eso que fui muy crítico con algunas decisiones suyas como, por ejemplo, prescindir de Fernando Redondo o no renovarle el contrato a Vicente del Bosque. Pero a F.P. ya le dieron la extremaunción futbolística y ahora los que dominan el cotarro son los "calderonistas". El muerto al hoyo y el vivo al bollo. Así es la vida.
Espero, sinceramente, que a Ramón Calderón le vaya todo lo bien que necesita que le vaya el Real Madrid. Y lo último que querría yo es molestar u ofender a algunos colegas de profesión que han colaborado activamente con su candidatura. Por ejemplo, mi admirado Roberto Gómez. Leí el otro día su columna de opinión en el diario "Marca" y deduje que andaba muy molesto con aquellos que, según él, estaban esperando a que don Ramón se pegase el batacazo padre. No es, desde luego, mi caso. Me parece que ya son suficientemente conocidas mis tendencias futbolísticas: si a Calderón le va mal le irá también mal al Madrid y, por lo tanto, me irá mal a mi.
Sólo quiero recordar, sin que esto moleste a ninguna persona, válgame Dios, que no he venido yo aquí ahora a meterle el dedo en el ojo a nadie, que estamos ya a 16 de julio y aquí sólo se habla de Zambrotta, que está muy bien, de Cannavaro, que también es muy bueno, de Van Nistelroy, que es un gran goleador, y de Emerson, pero seguimos sin noticias de Kaká, Cesc y Robben que fueron, curiosamente, las únicas tres promesas electorales que realizó el señor Calderón a lo largo y ancho de su campaña electoral. Y quiero que quede claro de una vez por todas: no tengo la más mínima duda de que, puesto que prometió que vendrían, estarán los tres aquí. Es más, cuando alguien sugiere delante mío que el presidente del Real Madrid vaya a incumplir lo prometido, yo siempre respondo lo mismo: pongo a mi amigo Roberto Gómez por testigo de que Ramón Calderón cumplirá. Así de claro lo tengo y así de tranquilo estoy.