"Conquistar sin riesgo es triunfar sin gloria" (Pierre Corneille).
Un presentador televisivo dijo en una ocasión que, excepción hecha del paracaidismo, él no conocía un oficio más arriesgado que el de entrenador de fútbol. Arriesgado no sé, pero breve desde luego que es. Únicamente en Inglaterra, y sólo a veces, se respeta la figura del técnico independientemente de los resultados cosechados por el equipo. En el caso de Ferguson ese respeto se ha convertido en reverencial mientras que en la relación Arsenal-Wenger hay algo que se nos escapa porque al bueno de Arsene se le puede llamar de todo menos ganador y en realidad es un perdedor que viste bien. En España la estabilidad ni siquiera está garantizada por los títulos obtenidos y entran en liza otra serie de factores no siendo en absoluto el menos importante de todos ellos la simpatía o inquina que te tengan los periodistas deportivos. En nuestra Liga es tan importante caer en gracia como ser gracioso, saber de lo tuyo como tener contactos, preocuparse del trabajo bien hecho como moverse bien entre líneas, ustedes ya me entienden. Y cuando entras en ese círculo ya no hay quien te saque de ahí.
A mí me cae bien Simeone. Y estoy de acuerdo con Djukic, que también me cae bien: si Asenjo hubiera marcado el gol del empate en su incursión suicida a territorio del Rubin Kazan hoy estaríamos hablando del técnico del Atlético de Madrid como de un auténtico genio, un visionario. Pero Asenjo no sólo no marcó el 1-1 sino que vio cómo los rusos transformaban el 0-2 que dificulta muchísimo la eliminatoria. El Cholo pidió perdón por el error, que en realidad no era tal sino la decisión de un entrenador valiente, atribuyéndose en exclusiva la responsabilidad, pero al argentino le han empezado a llover palos a doquier. No me gustan los entrenadores que tienen el culo pegado al asiento y que esperan al último cuarto de hora para hacer los cambios; tampoco me gustan los técnicos que no arriesgan: Simeone no para quieto y no tiene empacho a la hora de jugársela y por eso me gusta.
Preguntado al final del partido por si podía asegurar que el año entrante seguirá dirigiendo al Atleti, Simeone respondió que ya se vería en su momento. Yo creo que Cholo entreabrió clarísimamente la puerta a una salida controlada del club, puede que con destino al Inter de Milán; lo que me llama la atención es que a Mourinho, que tiene contrato con el Real Madrid hasta 2016, le exijan que renueve sus votos merengues en cada rueda de prensa, le obliguen a que no haga bromitas con la Premier y le coaccionen para que, como Scarlett O'Hara, ponga a Dios por testigo de que seguirá aquí la temporada que viene, mientras que Simeone se va de rositas. Y volvemos al "factor simpatía": Simeone, que me cae bien a mí, le cae también bien a casi todos mis colegas, mientras que Mourinho, que me cae fenomenal a mí, le cae a la prensa como una patada en el bajo viente. Más de prostitución intelectual.
PD: Del ínclito Carlos Boyero, que va por ahí llamando nazis a los demás tan ricamente, no diré más de lo que ya he dicho y escrito. Me reitero por supuesto en todas y cada una de mis palabras y ahora añado que al crítico de El País parece habérsele pegado el lenguaje mafioso y tabernario de los Soprano. Ni ofensa personal ni duelo a espada por mi parte. Lo que no quiero, Boyero, es tener que encontrarme en mi cama jamás con la cabeza de un caballo.