En la semana futbolística más importante del año, al menos en lo que a los clubes se refiere, la semana de la final de la Champions, no ha pasado inadvertido, sin embargo, lo que sucedió el otro día en el Metropolitano, el debilísimo concierto de viento que surgió desde la grada dirigido contra Griezmann, y cómo un veterano, un clásico como Godín, un futbolista que está por encima del bien y del mal, trató de apagarlo convertido, de repente, en improvisado bombero. La acción del cortafuegos uruguayo cobró cierto sentido después cuando se supo, y si se supo fue porque alguien lo filtró, que, una vez deshojada la margarita, el delantero francés habría comunicado al club que, después de pensárselo mucho, su intención era la de seguir en el Atleti. Conocedores también de la decisión sus compañeros, Godín habría intentado silenciar los tímidos pitos de la grada como diciendo "Pero, ¿qué hacéis? ¿Es que no os dais cuenta de que se queda?"...
Lo que, en la primera filtración, era un "se queda", en la segunda y en la tercera se convirtió sin embargo en un "se va", y el cambio radical de opinión de Antoine, un cambio de opinión sobrevenido después de decidir que se iba al Barça para jugar al lado de Messi, quiso alguien achacárselo a ese, insisto una vez más, minoritario sector de la afición que el otro día pitó. Y yo, por mucho que miro, no veo detrás de las filtraciones que siguieron a la filtración inicial, la de que habría comunicado su deseo de seguir, nada más que la aviesa intención de echarle la culpa a quien menos la tiene, que en este caso es la afición del Atlético de Madrid: "Como cien seguidores pitaron a Griezmann, Griezmann, que quería seguir, se va". Y lo que yo tengo que decir sobre este asunto es lo siguiente: A otro perro con ese hueso.
Si Antoine Griezmann se va es porque Antoine Griezmann quiere irse, nada más. Si Antoine Griezmann elige el Barça será por una cuestión exclusivamente deportiva, porque el futbolista interprete que asciende un escalón, y no porque el Atlético de Madrid no haya hecho un esfuerzo importantísimo para retenerlo. Si Antoine Griezmann se va no será porque le piten 5000 ó 6000 aficionados, o 747 como dice David Vinuesa, que es número impar y capicúa, sino porque su cláusula de rescisión de contrato es una bicoca, una golosina, un regalo, un reclamo, un cebo al que, tal y como está el mercado, nadie puede resistirse. Si Griezmann se va no será por falta de cariño sino porque, quizás, la directiva del Atleti no haya sabido defenderse en los despachos como lo hacen los jugadores sobre el campo, con uñas y dientes, peleando hasta el final.
Así que si al final, como todo parece indicar, Griezmann se va, no será por la afición, que se ha mostrado con él demasiado respetuosa después de sus veleidades fuera del campo, puesto que dentro siempre ha sido muy profesional, sino porque alguien no habrá hecho del todo bien su trabajo. Del mismo modo, si al final Griezmann se queda y era cierta la primera filtración, habrá que felicitar a Cerezo y a Gil por haberse impuesto al Imperio del Monopolio, que es el Barça. A mí el "caso Griezmann" empieza a hacérseme bola. Sin nada en juego, tendría que estar decidido ya. Decidido y comunicado. Y hecho público. Porque, depositando 100 millones a partir del 1 de julio, Griezmann puede hacer lo que más le convenga a Griezmann, sólo faltaría. Pero lo que tiene que decidir, si al final se va, es si se irá bien, se irá mal o lo hará regular. Y, por las pistas que está enviando, mucho me temo que optará por la primera opción, la del Kun Agüero.