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El penúltimo raulista vivo

San Ter Stegen y los fantasmas de Manolas y Origi

"Un, dos tres, responda otra vez... Por cinco euros, nombres de jugadores del Slavia de Praga"... Sin ánimo de desprestigiar, por supuesto, no parece que el rival que anoche se enfrentó al Barcelona sea uno de los candidatos más firmes para conquistar la Champions de este año, ¿no?... De acuerdo, es el líder de la Liga checa, pero tampoco da la sensación de que el fútbol checo esté atravesando por su mejor momento, ¿verdad?... Pese a lo cual, el Barcelona ganó con muchísimo sufrimiento ayer por 1-2 al Slavia y no creo que ni siquiera el culé más acérrimo se atreva a decir que el equipo local no mereciera más: el Slavia mereció más, bastante más, me atrevería a decir que mereció incluso la victoria, ni siquiera el empate, pero perdió porque, como solía decir Vujadin Boskov "fútbol es fútbol". Y por mucho que Ernesto Valverde, que lleva un 2019 muy despistado, diga eso de que "la salsa del fútbol también es sufrir", no creo que ningún observador objetivo ni ningún especialista en fútbol internacional creyera en serio que el poderosísimo líder de la Liga española fuera a pasarlas canutas anoche. Y las pasó. Canutísimas.

¿Qué pasó en el estadio del Slavia? ¿Qué ocurrió para que, a la conclusión del encuentro, San Ter Stegen pegara un golpe encima de la mesa? ¿Qué sucedió para que los jugadores, que acababan de ganar fuera del Camp Nou en un partido de Champions, se largaran del estadio corriendo y por la puerta de atrás, con las orejas gachas y sin hacer declaraciones?... Pues lo que sucedió ni más ni menos es que al Fútbol Club Barcelona se le aparecieron en la ciudad natal de Franz Kafka los fantasmas de la Roma, primero, y del Liverpool, más tarde. Al Barcelona se le aparecieron ayer los fantasmas de Manolas y de Origi, y un tipo tan tranquilo como suele ser Ter Stegen, salvador en tantísimas ocasiones, dijo basta, hasta aquí hemos llegado.

También me parece significativo que haya tenido que ser Ter Stegen quien dé la voz de alarma. Es significativo en el sentido de que, aunque ya lleva un tiempo en ese vestuario, no parece que el portero alemán esté llamado a ser precisamente el líder de ese equipo. Pero, a lo mejor justamente porque conoce bien qué se cuece ahí dentro, al portero no le ha quedado otra que significarse en público. ¿Dónde estaba Messi ayer? ¿Y Suárez, dónde estaba Suárez, que lleva 4 años sin marcar en Champions fuera del Camp Nou? ¿Y Piqué, dónde estaba Piqué, tan rápido a la hora de enviar mensajitos a la directiva y tan parsimonioso y más lento que el caballo del malo a la hora de arrancarse con la autocrítica? ¿Y Alba, que forma parte de ese selectísimo club que forman dos personas, Messi y Suárez? ¿Dónde estaba Jordi Alba? ¿En serio es Ter Stegen el designado?

Lo que pasó ayer en Praga fue lo mismo que dije yo el otro día en El Primer Palo. Lo que se evidenció ayer ante el Slavia es que el Barcelona no está tan bien como dicen algunos que está y que el mal fútbol del Real Madrid ha disfrazado, en parte, el mal juego culé. Lo que ocurrió ayer tras, insisto, una victoria fuera de casa en la Copa de Europa que casi certifica la clasificación del equipo para los octavos de final, es que quedaron radiografiados todos y cada uno de los defectos del Barcelona de Valverde, un entrenador al que, según parece, le gusta sufrir, aunque entre el sufrimiento y el masoquismo haya una diferencia notable. Y lo que sucedió en concreto con Ter Stegen es que el portero se reivindicó porque necesitaba reivindicarse y porque probablemente esté harto de estar harto de ser siempre el salvador del equipo. Así que, visto lo visto, y aunque, como decía ayer, forme parte de la ciencia ficción, no creo que esté tan claro lo que podría haber pasado el sábado que viene de haberse jugado el partido entre Barcelona y Real Madrid. El equipo blanco ganó el martes, y pidiendo la hora, ante un rival muy inferior, y el Barcelona sufrió bastante más que el Madrid para derrotar por la mínima a un equipo del que, reconozcámoslo, no seríamos capaces de recordar el nombre de cuatro de sus titulares. Valverde quiere pasarlo mal, le gusta sufrir, es la salsa del fútbol; Ter Stegen, y pensando en el futuro, prefiere llegar al final con el partido resuelto porque ayer, en Praga, se le aparecieron de golpe y porrazo los fantasmas de Manolas y de Origi.

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