A Martín Ainstein, periodista de ESPN con varios cientos de miles de seguidores por las redes sociales, le salió el otro día al cruce Twitter como si del mejor Goyo Benito se tratara cuando, justo a propósito del interés del Real Madrid por hacerse con los servicios del talentoso Van de Beek, precisamente a raíz del interés merengue por fichar al jovencísimo holandés, casualmente cuando el equipo blanco se interesaba en este chico, rompió por primera vez su silencio para referirse a la crueldad de un mercado sin límites que iba a destruir un proyecto magnífico como era, y es, el del Ajax de Amsterdam. La reflexión, con la que yo podría estar más o menos de acuerdo, es sin embargo de un buenismo que le tira a uno de espaldas porque resulta que los clubes más poderosos vienen fichando a los mejores futbolistas desde hace lustros, décadas, casi un siglo...
Del Ajax se viene diciendo desde que el Barcelona fichara a Johan Cruyff que es un club vendedor, un club incapaz de competir con los grandes transatlánticos europeos y, por lo tanto, abocado a dejar escapar a sus diamantes. Ese mercado sin límites al que, precisamente ahora, justo ahora, se refiere Ainstein viene funcionando así desde hace muchísimo tiempo: ¿Cómo impedirlo? ¿Cómo evitarlo? ¿Cómo ponerle puertas al campo? ¿Cómo decirle que no a un jugador que quiere mejorar deportiva y económicamente? Porque esa es otra: Van de Beek, que ya ha visto cómo De Jong se ha ido al Barcelona y De Ligt lo ha hecho a la Juve, es consciente de que al Ajax le costará Dios y ayuda volver a estar la temporada que viene entre los mejores de la Champions.
El discurso es, pues, buenista y también, para qué engañarnos, y eso es precisamente lo que le afeó Twitter al periodista, profundamente cínico, muy hipócrita. Porque al periodista de la ESPN no se le ocurrió preocuparse del bienestar del Ajax o le inquietó que la voracidad del mercado futbolístico fuera a devorar un proyecto tan interesante como el del equipo holandés cuando el Barcelona compró a De Jong sino ahora cuando Van de Beek interesa (ojo, sólo interesa, no quiero ni imaginarme qué se dirá si el Madrid lo ficha) al Real; tampoco preocupó al ilustre colega que la todopoderosa Juve irrumpiera en el mercado futbolístico cual elefante bianconero en una cacharrería, no, sino que la alarma fue a despertarle de forma abrupta cuando el Madrid puso sobre la mesa el nombre de Donny Van de Beek, qué curioso...
Ainstein, a quien no tengo el placer de conocer, es el síntoma de una enfermedad que devora (ésta sí) al periodismo deportivo. Puede que en su caso haya sido inconsciente, no lo sé; es posible que el comentario esté desprovisto de la carga de maldad que le atribuyó Twitter, lo desconozco; aún así, al leer su tuit, me pareció estar leyendo a aquella monja argentina que, entre Maitines y Laudes, tenía tiempo para moralizar acerca de lo desbocado, insolidario e insual que resultaba invertir 94 millones de euros en un jugador pero que luego, entre Vísperas y Completas, miraba hacia el huerto del convento haciéndose la sueca cuando el Fútbol Club Barcelona se gastaba 150 en Coutinho. La enfermedad se llama antimadridismo y tiene cura, la del palo y tentetieso.
Posdata: Acabo de ver la primera parte de la entrevista que ese fenomenal profesional del periodismo que es Paco Grande le ha hecho a otro fenómeno, José María García. Yo me dediqué a esto por José María, le oía y quería ser como él, quería hacer lo que él hacía, de ahí que no resulte dudoso si digo que la entrevista ha devenido en mi opinión en nostálgica hagiografía, la vida de San García, y García pudo haber sido de todo menos un santo. De haber existido la pluralidad que el maestro exigía para la tele pública, quizás debieran haber tenido también su tiempo de réplica José María Aznar, Florentino Pérez o Josep Pedrerol, un ex presidente del Gobierno, el actual presidente del Real Madrid y un periodista deportivo. Habrá, según creí entender, segunda parte. E imagino que en ella San García multiplicará los panes y los peces y recitará el salmo del justo y los pecadores, aquel que dice "bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos ni estuvo en camino de pecadores". Pero una cosa es recitar y otra dar trigo, por muy santo que uno se proclame a sí mismo.