Dice Beguiristain que él ya tenía un plan B ideado para el caso de que el Barcelona se estrellara con todo el equipo esta temporada. Eso es bueno y es malo a la vez; es bueno si decidimos mirar hacia el futuro porque al menos sabemos que el director deportivo de uno de los clubes más importantes y prestigiosos del mundo tiene una idea, pero también es malo si echamos la vista atrás y nos preguntamos por qué hubo que esperar a que se despeñara el actual proyecto. De sus declaraciones al final de la temporada pasada se dedujo que Laporta había entendido el mensaje y sabía muy bien lo que se traía entre manos y por dónde había que meter exactamente el bisturí, y ahora conocemos que Beguiristain, que es el paraguas del presidente, su Jorge Valdano para que nos entendamos, tenía ya en mente un plan B por si Frank Rijkaard volvía a mostrarse incapaz de meter en cintura a sus jugadores.
Si ya sabían qué le pasaba al equipo y tenían otro proyecto en la cabeza, ¿por qué retrasarlo? ¿A santo de qué dilatarlo durante 365 días? El ritmo con el que Beguiristain tendrá que levantar ahora ese nuevo proyecto será distinto, mucho más rápido, precipitado y exigente, fruto sin duda de la necesidad imperiosa que el secretario técnico tiene de salvarle el trasero a Laporta y su junta directiva. ¿Por qué?... Muy sencillo: porque Sandro Rosell nunca duerme. Pero, como decía, tener una idea ya es importante. La del Fútbol Club Barcelona, como la del Real Madrid, siempre ha sido la misma: ganar partidos y títulos jugando bien al fútbol. Es fácil de decir, sencillísimo de escribir, pero muy difícil de llevar a la práctica. Y, en la situación actual del club, después de dos años de sequía que además han coincidido con dos Ligas del máximo rival, mucho más complicado aún. ¿Caerán Laporta y Beguiristain en la tentación y morderán la manzana del resultadismo?... Si optaran por Mourinho, que es la manzana en cuestión, el tan cacareado plan B de Beguiristain sólo podría interpretarse en clave electoral: el objetivo no sería otro que ganar como fuera, ganar algo rápidamente, ganar traicionando la historia del club con el fin último de salvaguardar el laportismo después del propio Laporta. ¿Por qué?... Porque Rosell nunca duerme.
Iba a decir que el Barcelona se encuentra en una encrucijada pero no es así puesto que Beguiristain ya ha confesado que tienen tomada una decisión. El diario Sport hizo ayer una encuesta entre los culés y el nombre de José Mourinho ganaba por goleada al resto, incluido, por supuesto, el propio Pep Guardiola. Guardiola es el barcelonismo en carne y hueso, un chaval que salió de la cantera para convertirse en la estrella del primer equipo, un estudioso y amante del buen fútbol, la prolongación del entrenador sobre el terreno de juego, quizás el último reggista. A mí Guardiola siempre me pareció un poco místico, como Emilio Butragueño, pero estoy seguro de que los barcelonistas no le quemarían jamás en la pira por mucho que el equipo fuera a la ruina. Lo que nadie podrá quitarme de la cabeza es que, ya sea Mourinho o ya sea Guardiola, lo que busca Laporta es una excusa para seguir en el palco otro poquitito más. ¿Qué habrá hecho el Barcelona para merecer un presidente como ese? ¿Y qué habríamos dicho si, en vez de ser Laporta, hubiera sido Ramón Calderón el que saltaba el otro día en el palco de Old Trafford? Por delante del plan B tendrían que poner en práctica el plan A: todos a la calle. Pero ese no le gusta tanto a Laporta. ¿Por qué?... Muy fácil: porque Rosell nunca duerme.