Únicamente hay algo más veloz que Ronaldo con un balón en los pies, y es la Wikipedia jubilando a la gente: hoy, menos de 24 horas después de que dijera que se iba, la "encicopledia libre" ya habla de él como de un "ex futbolista". Estás y al minuto siguiente ya no estás, así de complejo y cruel. Fui muy crítico con Ronaldo cuando estuvo en el Real Madrid porque noté que llegó con muchas ganas, feliz por demostrar que podía ser el mismo de siempre, y luego simplemente se dejó llevar y le tomó un poco el pelo al club que tantísimo había arriesgado con él y con sus rodillas. Bauticé al grupito de Ronaldo, en el que también ingresaron Cassano y Reyes, como la Quinta del Dónut por su desmedida afición a la bollería industrial. Me pregunto cuántos asaltos le habría aguantado Talentino a Mourinho, aunque la prueba definitiva de que el italiano se rió a mandíbula batiente de la afición merengue es lo que dijo el día de su presentación con el Milan: "cuando vi a Gatusso, Seedorf y Nesta escupir sangre, me puse a trabajar como un perro". En España Cassano sólo escupió Smirnoff y sus generosas cuentas corrieron a cargo del Madrid: éste sí que se merendaba a las niñas crudas y no San Manuel Adebayor, angelito.
Debo reconocer sin embargo que jamás en mi vida he visto un delantero como Ronaldo: rápido, electrificante, hipnótico, destructivo desde el punto de vista estrictamente deportivo, desolador y desalentador, Atila con una pelota. El más parecido a él es sin duda Cristiano, aunque si el primero se asemejaba a una manada de búfalos (copyright Valdano) cuando decidía arrancar y encaraba a sus defensas, que eran todos, el segundo recuerda más a una estampida de gacelas. Resultaba gracioso contemplar cómo Ronaldo jugaba por todo el campo a un improvisado escondite inglés con porteros, centrocampistas, delanteros, mediopensionistas y, por supuesto, defensas rivales, y cómo estos trataban en vano tocarle al brasileño en la espalda para gritarle aquello de "¡en ti quedé!". Cuando Ronaldo se proponía ser inalcanzable simplemente lo era, y la verdad es que cuando estaba en forma se lo proponía la mayoría de las veces.
Pero la memoria del cuerpo, que desgraciadamente no puede ser reseteada, ha acabado por ganarle finalmente la partida. Casi al mismo tiempo que Ronaldo anunciaba entre lágrimas su adiós definitivo, Raúl, ex compañero suyo en el Real Madrid, llegaba a Valencia para jugar la Champions. Mientras que uno parece un viejo globo hinchado, el otro está on fire y tan fino como el primer día, y reconoce además que disfruta de una Liga tan física como la alemana. El 7 de España es sólo 277 días más joven, pero viéndoles a uno y a otro pareciera como si fueran de diferentes generaciones. Raúl, y esa es una de sus principales virtudes, respeta el juego y adora el gimnasio por encima de todas las cosas; la memoria de su cuerpo, que es fotográfica como la de todos, será más diplomática con él que con el resto. Ronaldo fue la cigarra y Raúl es la hormiga. A cosechar.