Supongo que si el crítico cinematográfico Carlos Boyero, con quien por cierto estoy de acuerdo en lo tocante a las películas de Pedro Almodóvar, puede llamarle tranquilamente "nazi portugués" a José Mourinho en su respuesta a un lector que pregunta sin malicia acerca del fútbol que practica el Real Madrid, yo podré decir al menos tan tranquilamente como él en el programa Futboleros que creo que Florentino Pérez se refería el otro día al grupo PRISA cuando vino a decir en la Asamblea que había quien quería torcer por las malas la voluntad de los máximos responsables del club elegidos libremente por sus socios. Opinión por opinión, la de Boyero me parece denunciable en comisaría mientras que la mía, que es demostrable con artículos, datos y audios, no lo es.
Pero Boyero es sólo la punta falsamente intelectual de un potentísimo iceberg mediático que lleva más de un cuarto de siglo acostumbrado a hacer y deshacer sin que absolutamente nadie se atreva a pararle los pies. Claro que hay campaña. Por supuesto que hay campaña. Naturalmente que hay campaña. Y el que Florentino, tal y como me aseguraron anoche en Marca TV, tenga prevista ya una entrevista nocturna para dentro de unos días en el programa de José Ramón de la Morena (habrá que verlo) no anula lo anteriormente expuesto: ese será un problema de F.P., del sentido que quiera darle a su segundo mandato al frente del club y del grado de dignididad que pretenda otorgarle al puesto que en la actualidad ocupa. Igual Mourinho también tiene que ayudarle a abrir los ojos en ese aspecto.
Por Barcelona, mientras tanto, Guardiola continúa paseándose bajo palio. Dicen que Florentino es rehén de Mourinho pero está claro que el único preso aquí es Rosell. A Sandro le queda tan grande la presidencia del Barcelona como mal le quedaban los trajes a Richard Nixon, y cada vez que habla monta un terremoto. A su indiscreción sobre la oportunidad del fichaje de Ibrahimovic, que era una historia que no venía a cuento, respondió sin contemplaciones Guardiola metiéndole el dedo en el ojo a su actual jefe con el apoyo sin ambages a Joan Laporta. Pep es ahora mismo Superman en la ciudad condal y nadie, y mucho menos Rosell, está en condiciones de amagarle siquiera con un pulso. Las victorias y el fútbol culé han creado un monstruo que empieza a despertar.