Asistimos de repente al redescubrimiento de David Joseph Robert Beckham como jugador profesional de fútbol. "¡Cómo las pone!", exclama el comentarista televisivo. No veo motivo para tal sorpresa puesto que el "medio actor" las pone exactamente como las puso siempre, como lleva poniéndolas los últimos quince años, como las ponía en el Manchester United, luego en el Preston North End, de nuevo en el Manchester y, por último, en el Real Madrid. No dudo que volverá a ponerlas de igual manera en Los Angeles Galaxy, aunque me pregunto si alguien será capaz de aprovecharlo. Si Steve Mc Laren se decide por fin a convocarle con Inglaterra, se las pondrá a Rooney como cuenta la leyenda que sus lacayos le ponían al rey Fernando VII las bolas de billar, ordenadas y bien juntitas, dispuestas para la carambola final. "¡Muy bien, Majestad, muy bien!"
Fabio Capello acierta bastante cuando rectifica, lo que en realidad significa que se equivoca mucho. Erró sin duda al afirmar que Beckham no volvería a vestir jamás la camiseta blanca, pero acertó al volver a llamarle, desesperado porque las cosas no funcionaban. Mc Laren, que está atravesando por un proceso que guarda bastante semejanza con el del italiano, no sabe si dar por fin su brazo a torcer o seguir cabezonamente en sus trece. Las pone tan bien Beckham, las ajusta tanto y lo hace con tanta sencillez, que más de una vez y más de dos tuve la impresión de que, llegado el caso, sería incluso capaz de ponérsela a Van Nistelrooy desde su palco privado y blindado sin que su señora, o sea la pija que sólo olía a ajos por Madrid, más pendiente de mirarse en el espejito mágico, se percibiera de ello.
Nadie invitó a la fiesta a Thierry Henry y, sin embargo, el francés se presentó el otro día sin avisar y dijo que lo que estaba haciendo esta temporada D. J. R. Beckham era sencillamente increíble. Es cierto, tiene razón Tití. Todavía no se ha ido y ya le echo de menos. Y me sucede lo mismo con Roberto Carlos. Cuando vino procedente de Italia simplemente no daba crédito. Fue verle jugar aquí el primer partido y tuve la certeza de que lo haría durante muchos años más. Once han pasado desde el día de su debut. Me parece que alguien debería impedir que Roberto se marchara por la puerta de atrás. Y digo yo que, aprovechando que Raúl acaba de ser elegido por un concurso de televisión como el septuagésimo octavo español más importante de toda la historia, un escaloncito por debajo de Mariano Barbacid y un peldaño por encima de Emilio Butragueño, este sería un momento tan bueno como cualquier otro para irle redescubriendo también a él. Aunque sólo sea un poquito.