Lo confieso abiertamente. De todos los programas emitidos a diario por la Cadena COPE hay uno por el que siento especial predilección. Me refiero a Quiero ser como Pau, ex Quiero ser como Beckham, un programa de radio tocado por la varita mágica de esa Samantha maravillosa llamada María José Navarro y en el que participa decisivamente mi querido Sergio Fernández. La Navarro arrastra con gran dignidad y altura de miras la cruz de calvario que supone ser del Atleti y además conocer el motivo exacto, mientras que Sergi, culé hasta la médula y del Nàstic hasta las cachas, se defiende como puede en una ciudad como Madrid, amurallada por el madridismo militante. Me gusta Quiero ser como Pau porque lo hacen dos buenos amigos y porque aparece súbitamente en la parrilla de programación para, a continuación, casi con el mismo repente, desaparecer dejándome en la boca un saborcillo muy similar al que me queda cuando, glotón de mí, le doy la última cucharada a la tarrina de helado Häagen-Dazs de dulce de leche con virutas de chocolate, una locura.
También me gusta Quiero ser como Pau por el nombre del programa y porque, en el fondo, yo, supongo que como le sucederá un poquito a todo el mundo, también querría haber sido de mayor tan alto como el pívot de los Grizzlies, un tío con toda la barba. Si por mí fuera, le entregaría a Pau Gasol seis o siete Premios Príncipe de Asturias de los Deportes, así, de golpe y porrazo. Y, ya puestos, otros tres de la Concordia, un par más de las Artes y cuatro o cinco de Ciencias Sociales. En tiempos de cólera y Roviras como estos en los que nos ha tocado vivir y combatir, con el enemigo durmiendo en la litera de arriba y Jaime Lissavetzky más perdido que Mister Magoo en noche cerrada, resulta gratificante y emocionante a partes iguales que Gasol, nacido en Sant Boi de Llobregat, catalán y españolísimo, afirme que jugar con la selección nacional le revitaliza y es para él "agua bendita".
Bendito Gasol y bendito de paso Pepu Hernández que ha logrado ahormar una España orgullosa de serlo y que no pelea contra sí misma sino contra aquellos que tiene enfrente. Ese es el éxito de nuestra selección de baloncesto. Gasol, líder indiscutible e indiscutido del equipo campeón del mundo, afrontará con éxito cierto el Europeo cuya primera fase empieza el día 3 de septiembre en Sevilla, Granada, Palma de Mallorca y Alicante. No habrá Dirk Nowitzki o Tony Parker, por mucho que éste acabe de casarse con Eva Jacqueline Longoria, que pueda pararnos. De momento vamos a revitalizarnos con España y, para cuando todo haya acabado felizmente, tiempo más que suficiente habrá para volver a hablar del Magoo del Consejo, el hombre que mira pero no ve, el chico del lirio en la mano y el Cohiba Robusto en la boca, el secretario de lo que nos queda de Estado para lo que nos queda de Deporte que se limita a dejar hacer y mirar hacia otro lado.