Yo no quiero a Piqué en mi selección pero la mía es sólo una opinión entre cuarenta y seis millones. También tengo que decir que me parece que si hubiera cuarenta y cinco millones de españoles que no quisieran a Piqué en el equipo nacional, el seleccionador de turno la dejaría botando y seguiría llamándolo. Ese es el término exacto que empleó Lopetegui para resumir lo que pasó con las mangas de Piqué el domingo pasado en Albania, dejarla botando. En otros países (serios) no la botan tanto. Por ejemplo, por una quinta parte de los méritos que Piqué lleva contraídos hasta la fecha con España, Giampiero Ventura mandó para su casita a Graziano Pellè. Pero aquí no, aquí somos más listos que nadie y la dejamos botando porque la selección está muchos peldaños por encima de la nación. ¿La nación? ¿Qué es eso? ¿Y a quién le importa realmente?...
En cuanto Piqué advirtió que su decisión de abandonar la selección nacional era, como la indemnización del PP a Bárcenas, en diferido, y que su hartazgo podría aguantar hasta después del Mundial de 2018, pensé en Leo Messi. Messi también dijo que estaba harto y que dejaba la selección Argentina y, en cuanto Leo anunció su decisión irrevocable de irse, se puso inmediatamente en marcha una operación, encabezada por el mismísimo presidente de la República, dirigida a endiosar más aún al futbolista. Y Messi, claro, acabó cediendo ante el pueblo y cambió de opinión. Aquí tenemos hasta julio de 2018 para que el grupo musical de Los Brotones convenza a Piqué para que la deje botando. No desesperemos, todavía hay tiempo para que la sinrazón fracase y el jugador que está a favor de una consulta ilegal que constituye un pulso contra el Estado de Derecho siga vistiendo la camiseta de la selección nacional del Reino de España, ese gran país de ahí abajo.
Nada más conocerse que Gerard Piqué se había recortado las mangas de la camiseta (porque se las recortó, ¿no?) se produjo un revuelo inusitado acerca de la ética periodística. Lo de que "hay que contrastar la noticia" salió incluso de boca del suplente del sustituto del becario del batería de Los Brotones, o sea del último mono periodístico. Por supuesto que hay que contrastar las noticias, todas las noticias; y, por lo demás, conviene observar siempre y en toda circunstancia, y no sólo cuando conviene, un comportamiento ético. Pondré un ejemplo: ¿No es ético pensar que un futbolista afiliado a Guanyarem quiso eliminar de su camiseta los colores de la bandera de España pero sí lo es publicar la fotografía de un futbolista practicando sexo?... Piqué se recortó las mangas de la camiseta, eso es un hecho; también es un hecho que sólo se las recortó él; otro hecho es que, al parecer, a Piqué no le gustan las camisetas de manga corta; otro hecho es que la federación española de fútbol consiente que un futbolista de la selección nacional de fútbol recorte sus camisetas; y únicamente Gerard puede dar la primicia a nivel mundial de qué pretendió realmente, si es que pretendió algo, al recortar la camiseta: él dice que no quiso borrar las franjas roja y amarilla gualda, y yo no le creo. Punto. ¿O me váis a obligar a creer al hombre que llamó cono a un compañero?...
Me tranquiliza, eso sí, el nivel de los adoradores de Piqué: Los Brotones, Hristo Stoichkov, Joan Gaspart... Los primeros sugirieron que Florentino Pérez había fichado a James Rodríguez para engrasar los negocios de ACS en Colombia, y aquí seguimos, esperando a que aporten algún dato; el segundo se hizo hace poco una fotografía pisando la camiseta del Real Madrid y publicó otra en la que aparecía una piara de cerdos con la camiseta merengue; el tercero... en fin, del tercero mejor ni hablar. Gerard, por supuesto, sabía que todo esto iba a suceder, del mismo modo que sabía que se iba a armar la gorda en cuanto alguien cayera en la cuenta de que él era el único que iba sin el remate con los colores de la bandera de España. Quieren sacar bajo palio al jugador que escupió a un delegado de la selección, que insultó a un guardia urbano y que se mofó de otro futbolista internacional. Ánimo. Y que acabe reinando la cordura.