"Querétaro", palabra procedente del otomí, ha sido elegida hoy la más bonita del español en la votación que, con motivo de la celebración del Día E, ha llevado a cabo el Instituto Cervantes. La ganadora, propuesta por el actor mexicano Gael García Bernal, se impuso a "sueño", "gracias" y "libertad", candidatas de Luis Rojas Marcos, Raphael y Mario Vargas-Llosa respectivamente. Aunque, casualidades de la vida, justo hoy se cumpla un cuarto de siglo desde que esa "isla de las salamandras azules" nos ayudara a soñar con el juego brillante y libre de una selección española de fútbol a la que, pese a la posterior eliminación, todos salimos a la calle para dar las gracias. Puede que Gael, que por aquel entonces no debía tener ni siquiera diez años, no se acuerde de esto que digo, pero aquel día en Madrid la gente se reunió en La Cibeles para gritar aquello de "¡oa, oa, oa, Butragueño a La Moncloa!"...
España venía de perder contra Brasil (¡maldito Bambridge: la bola entró) y ganar a Irlanda del Norte y a Argelia con cierta suficiencia. Aquel Mundial tenía muy buena pinta y la afición confiaba ciegamente en la gran esperanza blanca, Emilio Butragueño Santos, surgido de repente de la cantera merengue y líder de aquello que el maestro Julio César Iglesias dio en bautizar tan atinadamente como la Quinta del Buitre; Sanchís, lesionado, y Martín Vázquez, con quien Muñoz decidió no contar al final, se tuvieron que quedar aquí, pero, con Camacho, Gordillo, Gallego y Maceda, el Real Madrid constituía sin lugar a dudas el pilar del equipo nacional. A España, reina de la mala suerte hasta hace bien poco, la tocó en el cruce de octavos un auténtico equipazo, la selección de Dinamarca.
La "dinamita roja" venía de ganar a Alemania, Uruguay y Escocia, y aparecía como una de las favoritas al título. Y, como casi siempre, España salió a jugar al ritmo del equipo rival y no a hacer lo que sabía; fruto de aquello fue el gol logrado por Jesper Olsen de penalti y que, si por las cosas no estuvieran ya de por sí complicadas, nos llevaba mentalmente hasta el hotel donde volvíamos a hacer las maletas. Al filo del descanso apareció Butragueño que, igualando el marcador, nos devolvía a todos la esperanza. Y, ya en la segunda mitad, el espectáculo: tres goles más de Emilio y otro de Goicoetxea de penalti. El resto, lo de Bélgica y aquel encuentro con muy mala suerte y sin centrales, ya no lo cuento. Porque, hoy hace justo 25 años, España soñó que sí se podía ganar un Mundial. Y al final se pudo. Con Querétaro en el corazón.