No puedo evitar que me siga llamando un montón la atención que la única forma que tenga Fernando Torres de demostrarles a los colchoneros que él es más atlético que nadie sea hacer proselitismo antimadridista. Claro, ¡como es fácil y barato!... Y me sorprende aún más que haya quien se lo trague. Es curioso que alguien que se largó de aquí hace cuatro años con viento fresco para "seguir creciendo" como futbolista, dejando atrás a su equipo de toda la vida, se permita ahora el lujo de darle consejos a Agüero, que es hincha de Independiente y que no tenía familiares del Atleti, y le diga que no fiche por el Real Madrid. Como Gollum, el "Niño" no para de repetir una y mil veces eso de que el Atlético de Madrid es su tesooooro, pero yo me he puesto a calcular el tiempo que a este paso tardará Fernando en regresar a la que dice que es su casa y he dado con una cifra redonda: 25 años.
Torres jugaba en el Liverpool, que está a 1446 kilómetros de distancia del estadio Vicente Calderón, y acaba de fichar por el Chelsea de Londres, que se encuentra a 1.262 kilómetros; o sea que ha tardado cerca de 4 años en acercarse 184 kilómetros. A una media de 50 kilómetros anuales, Fernando tardaría aproximadamente un cuarto de siglo en regresar de la City, 8 años más de los que aseguran los cronistas que los Polo (Marco, su padre y su tío) permanecieron en la lejana China con Kublai Khan. Es bastante probable que, si las obras van a buen ritmo, del viejo Calderón no queden allá por 2036 ni las raspas arquitectónicas, el "Niño" podrá ser fácilmente el "Abuelo", Abramovich habrá cumplido los setenta y la fábrica de Mahou se habrá convertido en un discretito museo de la cerveza.
Desconozco si los atléticos continuarán siguiendo a su ídolo en su periplo por la Premier y si éste continuará predicando contra el Real Madrid desde Harrods, pero parece que los seguidores del Liverpool no están demasiado por la labor y se sienten estafados, como por otro lado no podía ser menos. La excusa del traspaso de Xabi Alonso no se tiene en pie por mucho que haya satisfecho al personal. Me pregunto qué estará pasando ahora mismo por la cabecita de Shaun McCormack, residente en Scunthorpe, casado con Clara y padre de cuatro niños, que hace bien poco decidió cambiar su nombre original para registrarse como Fernando Torres. Dice Shaun que a todo el mundo le pareció muy bien la imbecilidad salvo a su suegra, que puso una cara muy rara cuando le comunicó la buena nueva. Pues la próxima vez hazle caso a tu suegra, Shaun, no seas panoli; o, si insistes, cámbiate al menos el nombre por el de Bill Shankly. Comprobarás que es menos arriesgado. Y, ya puestos, más justo.