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El penúltimo raulista vivo

Principios claramente inconvenientes

Hay una película de Rod Lurie que me gusta mucho. Se llama Candidata al Poder, y cuenta la historia de la senadora Laine Hanson y la cantidad de tropelías que le gasta el congresista Shelly Runyon, que curiosamente pertenece a su mismo partido político, con objeto de impedir que sea designada como vicepresidenta de los Estados Unidos y poder así colocar a su propio candidato, que no es el del presidente. Al final de la película, después de un montón de vicisitudes, zancadillas, empujones y trampas, Runyon, interpretada por Joan Allen, le comenta algo al presidente, a quien da vida en la pantalla Jeff Bridges: "los principios sólo significan algo si te atienes a ellos cuando son inconvenientes". Y es verdad. Ahora mismo lo más fácil, casi me atrevería a decir que lo único políticamente correcto, es encumbrar a Luis y meterle el dedo en el ojo a Raúl, que lleva tres meses sin hablar y que, cuando lo ha hecho, ha sido para apoyar sin fisuras a la selección cuya camiseta ha defendido más veces que nadie. Lo más conveniente era apoyar al Raúl del gol en la final de la Copa Intercontinental, ¡pero eso resulta tan endemoniadamente sencillo!... Lo divertido llega ahora.

Como el barman del hotel en el que se acaba de celebrar la fiesta de fin de año, yo también he tenido que escuchar de todo durante estos días. Por ejemplo, he oído a aquellos que defendieron con pasión la idea de que el Real Madrid de Capello había ganado la Liga debido a que sus jugadores se conjuraron y le dejaron conscientemente al margen de cualquier decisión técnica, sostener, casi con el mismo arrojo y decisión, que en el éxito de España sólo ha tenido que ver la emergente figura de Luis. Yo creo que el fútbol pertenece siempre, en cualquier caso y bajo cualquier circunstancia, a los futbolistas, y que el entrenador, se llame éste como se llame, tiene que estorbar lo menos posible, tal y como decía Marco van Basten. También he oído cómo alguien con más copas de las habituales en su cuerpo susurraba al final de la barra que quienes defendimos, y aún defendemos, la presencia de Raúl en la selección, no nos alegramos con la victoria de España ante Alemania.

Ahora llega Vicente del Bosque. Alguien que conoce mi buena relación personal con el nuevo seleccionador me preguntaba ayer qué pasaría ahora con Del Bosque y si acabaría siendo tan crítico con él como lo fui en su momento con Clemente, Camacho, Sáez o el propio Luis. Vicente, que ha ganado él sólo más títulos que los cuatro seleccionadores anteriormente citados juntos y que es un hombre normal y poco engreído, tendrá que atravesar su primer problema realmente serio con la convocatoria que, allá por el mes de agosto, deberá hacer pública para jugar un partido amistoso contra Dinamarca en Copenhague. Y que a nadie le quepa la más mínima duda de que servidor y picapedrero volverá a pedir la presencia del capitán del Real Madrid, ganada a pulso sobre el campo, en dicha lista. Si Del Bosque no le lleva, preguntaré con educación por qué no lo hace, atenderé a las explicaciones del seleccionador y, si no me convencen, volveré a la carga. Me llevo bien con Vicente, pero estoy más unido a mis principios. Aunque ahora resulten claramente inconvenientes.

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