Vengo de dos lunes francamente malos con un par de oyentes, antimadridistas los dos evidentemente, que pretendían arrancar de mi boca que el 10 de mayo finalizó el campeonato nacional de Liga cuando todo el mundo sabía que el 15 y el 16 se disputaba la última jornada y que ni había campeón matemáticamente decidido, ni se sabía tampoco qué equipos jugarían la antigua UEFA, ni se conocían desde luego los nombres de los tres descendidos a Segunda División, y que el 17 del mismo mes, proclamado de forma y manera oficial el Barcelona como campeón, había que felicitar en antena a los culés sí o sí. Pues no o no. Yo felicito a quien me da la gana, de ahí que diera mi más sincera enhorabuena al Bayern de Munich y al Inter de Milán; ambos equipos están protagonizando un temporadón y, por si Liga y Copa fueran poco, el 22-M pueden ganar también la Champions en el Bernabéu.
La noche del 16 de mayo fui a cenar al restaurante L'Espirale de la calle Alcalá, justo enfrente de la radio, y me tuve que cruzar con varios barcelonistas y no me quedó más remedio que oir los claxons de los coches que venían de La Cibeles, tradicional centro de festejos merengues, de celebrar la Liga... del Barcelona. Si pretendían que la noche acabara como en Canaletas, con 104 detenidos y 116 heridos, se equivocaron de sitio porque la gente les miró de arriba abajo y siguió a lo suyo; fue el enésimo ejemplo de una ciudad y de una afición que ya lo han celebrado todo varias veces. Siento darle una mala noticia al antimadridismo militante: el Real Madrid tiene la intención de inscribirse en la Liga del año que viene y disputar todas las competiciones en las que participe. Digo esto porque a un sector del barcelonismo le sabe a poco que su equipo haya ganado la Liga y pretende que los madridistas le hagan la ola, renunciando al tiempo a sus 9 Copas de Europa. Pues, como en el caso de la felicitación, va a ser que no.
Corren, eso sí, malos tiempos para la lírica blanca y los madridistas se van a ver abocados durante algunos días a protegerse con una formación tortuga, al igual que hicieron en la antigüedad las legiones de Roma. A mí no me cae mal el Barcelona sino sólo algunos barcelonistas. No me cae bien Laporta que va diciendo por ahí que Cataluña es un país entre España y Francia. No me cae bien Oliver que nos llama chorizos sin que nadie le pare los pies. Nunca me cayeron bien Núñez o Gaspart, ni tampoco Stoichkov. Sí me caía bien don Nicolás Casaus, el mejor ejemplo de lo que todos entendemos por seny. Tengo buenos amigos culés y también tengo buenos enemigos, y entiendo perfectamente que les duela que, justo el día que acaban de ganar la Liga, haya quien les recuerde que su presidente lleva un lustro haciendo proselitismo independentista aprovechándose de su club o que tienen un empleado que ha insultado gravemente a España y a los españoles sin que nadie mueva una pestaña, pero el caso es que alguien tiene que hacer el trabajo limpio. No resulta agonioso ni prepotente decir que el Real Madrid tiene un problema de espacio en sus vitrinas, que las tiene llenas, repletas, a punto de explotar, que ya no caben más títulos. Prepotente es ir a Cibeles a celebrar una Liga culé. Y debe resultar verdaderamente agonioso que no pase absolutamente nada y que la gente te mire del mismo modo que miraría a un marciano.