Las encuestas. El otro día hicimos una en La Goleada. Preguntado por si estaba o no conforme con el cambio de nombre del estadio Santiago Bernabéu, un amable caballero respondió: "No. Yo soy un clásico". Toma, ¡y yo!... Yo también soy un clásico. Me gustan John Ford, Will Eisner, Alejandro Dumas... Cuentan que un día, a la salida del Museo del Prado, un alumno de Bellas Artes se cruzó con Dalí: "¿Qué hay de nuevo, maestro"?, le preguntó; don Salvador, sin inmutarse, contestó: "¿De nuevo?... De nuevo, Velázquez". Pero luego Dalí se iría probablemente a pintar a su casa con calefacción, agua caliente y luz eléctrica, y no como lo hacían Rubens o Van Gogh. Vaya usted a saber qué información tenía aquel entrevistado. A lo mejor creía que el estadio iba a llamarse Camp Nou y que el equipo iba a vestir de rojo y amarillo.
Casi siempre que el Real Madrid ha querido avanzar y situarse a la vanguardia, que es su lugar natural tanto por convicción como por necesidad, ha surgido alguien que ha dicho algo parecido a esto: "Bernabéu jamás lo haría". Es una afirmación retórica puesto que, mal que nos pese, que nos pesa, don Santiago murió hace la friolera de 36 años y por lo tanto es imposible consultarle a él qué haría o qué dejaría de hacer con respecto a este o aquel asunto. Tampoco es posible requerir su opinión, y por idéntico motivo al de don Santiago, a quienes le acompañaron en la fantástica aventura que debió suponer para ellos transformar un pequeño equipo de fútbol en el más importante club deportivo del mundo. Es curioso porque la otra versión, la de "¡Si Bernabéu levantara la cabeza...!" suelen pronunciarla personas a las que don Santiago probablemente no querría ver ni en pintura, mucho menos escuchar. Ninguno de esos comentarios tiene jamás un sentido finalista (Bernabeú sería la única fuente directa y por lo tanto fiable) sino profundamente derrotista, un punto exhibicionista y, en el fondo, crítico con quienes tienen que tomar hoy, ahora, en este momento decisiones que no estanquen el presente del club o paralicen su futuro.
De acuerdo, hoy no es posible preguntarle a Santiago Bernabéu qué haría él y si cambiaría (ampliaría, en realidad) el nombre del estadio por un dinero importante que se emplearía íntegramente en costear su modernización. Pero sin embargo sí podemos "jugar" a imaginar qué diría hoy... conociendo precisamente qué hizo en el pasado. Como directivo, Bernabéu fue un innovador, un hombre ambicioso e imaginativo que supo ver más allá de los límites del terreno de juego y que se dio cuenta de la dimensión real y de la proyección futura del espectáculo del fútbol. De no ser por la generación de los Bernabéu, Saporta y Calderón es probable que los jugadores solteros aún continuaran hospedados en la pensión de doña Manolita, primero en Mesonero Romanos y después en Desengaño. De captar chavales talentosos en una caseta de guarda situada en el número 10 de la Avenida de la Plaza de Toros se pasó al campo de La Estrada, luego a O'Donell y después a Ciudad Lineal. Si Bernabéu no hubiera sido un osado, un valiente, puede que jamás se hubiera decidido a comprarle a su amigo Manolo Villarreal los terrenos de la carretera de Chamartín por una peseta y noventa y cinco céntimos el pie...