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El penúltimo raulista vivo

Por qué afirmo que Djokovic es un patán

Novak Djokovic. | <span>EFE</span>

¿Por qué digo que el tenista serbio Novak Djokovic es un auténtico patán? Pues lo digo por lo mismo que lo dije David Broncano, el del "Coronavirus oé", o de cualquiera que no le dé la importancia que realmente tiene a una pandemia que ya ha causado 6 millones de muertos en todo el mundo. Por respeto a esos muertos, por respeto a sus familiares y amigos, por respeto a todas aquellas personas que lo superaron tras permanecer varios meses en la UCI y por respeto también hacia todas aquellas personas que, aún superándolo, sufren secuelas severas en su día a día, a mí no me queda más remedio que decir que Djokovic es un auténtico y genuino patán. Que es, por cierto, lo mismo que diría de esa madre que ha tenido secuestrados a sus hijos menores de edad porque recela de los efectos secundarios que la vacuna pueda tener. De tenerlos, esos efectos serían en cualquier caso menos nocivos que la propia muerte que la enfermedad puede causar.

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Ojo, David Broncano es un patán, sí, de acuerdo. Y presenta y dirige un programa para patanes, eso es cierto. Pero cuando Broncano hizo su bromita macabra sobre el virus, que fue allá por el mes de marzo de 2020, la pandemia no había hecho más que empezar a calentar motores. Y, al fin y al cabo, a Broncano sólo le conocen aquí cuatro gatos. Todo este show, con manifestaciones a las puertas de los juzgados donde se iba a ver la causa contra el tenista, con el padre comparando a su hijo con Jesucristo, toda esta oda a la (y perdón por la expresión) soplapollez protagonizada por este niño malcriado y su familia se produce en enero de 2022 y cuando, como comentaba antes, el Covid-19 ya ha provocado más de 6 millones de muertos en todo el mundo. Y esta vez el circo no lo ha montado el presentador tontaina de un programa desconocido de la televisión española sino una figura del deporte mundial. Cuando hace algunos días entrevistaba a Juan Corbalán a propósito del homenaje que iba a rendírsele a Delibasic en Madrid y él me decía que Mirza era un tipo normal tanto dentro como fuera de la cancha de baloncesto, yo improvisaba sobre la marcha una teoría sobre la tontez humana que Corbalán hizo bien en desbaratarme al instante: "Cuanto más cerca estás del estrellato más posibilidades tienes de convertirte en un imbécil". Por eso digo que Djokovic es un patán, porque su mal ejemplo ha recorrido el planeta por completo, alentando con su comportamiento a todos aquellos que dudan o simplemente pasan, motivando a quienes sostienen que con la Pfizer nos inoculan un chip que pretende controlar lo que hacemos en el cuarto de baño o los que simplemente dicen que todo es una conspiración mundial y que el bicho no existe. Siendo irresponsable esa forma de pensar no hace tanto daño ni resulta tan peligrosa como la carpa del circo Ringling que los Djokovic han decidido levantar en Australia.

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Esto no quiere decir que el gobierno de Australia no esté quedando también retratado en su incoherencia o que la organización del Abierto de tenis de Australia no esté quedando como cuentan que lo hizo el torero Cagancho en la plaza de Almagro, no. Ellos también. Pero la carga principal de la culpa corresponde a Djokovic, que ya participó en Zadar en una fiesta allá por el mes de junio de 2020 sin mascarillas, sin distancia de seguridad y con una ausencia total de respeto hacia las normas sanitarias. Tampoco tiene nada que ver con la situación legal de este personaje: retenido en el hotel era un patán descerebrado, liberado por el juez es un patán descerebrado, ganador finalmente del torneo de tenis seguirá siéndolo o, si lo deciden mañana o pasado, lo será también deportado. Djokovic es un patán porque se cree invulnerable, intocable, por encima del bien y del mal, inasequible a un virus mortal que ojalá que no haya descabezado aún a su familia; Djokovic es un patán porque es un egoísta que sólo piensa en él y que falta al respeto a los 6 millones de muertos que ha provocado la pandemia entre los que a buen seguro se encontraría algún aficionado al tenis y probablemente alguno que incluso tendría un póster suyo en la habitación. Esto no tiene nada que ver con la libertad, esto tiene que ver con la responsabilidad individual, esa que has tenido tú, que no has podido cenar en Nochebuena con tus padres, o tú, que has visto cómo la comida de Navidad la pasabas en una habitación confinado y separado del resto de la familia, o tú, que tuviste que comerte las uvas de Nochevieja en casa porque habías estado en contacto con un positivo.

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Y por último: me hace gracia esa gente que repite esos mantras de "dan palos de ciego", "están experimentando con nosotros", "no tienen nada claro"... ¿A quiénes se refieren? Dan palos de ciego, ¿quiénes? ¿Se refieren a la raza humana? ¿Los humanos estamos dando palos de ciego? Porque los científicos que se han dejado las pestañas en los laboratorios para sacar a la calle cinco vacunas en el tiempo récord de un año somos nosotros. O, por mejor decir, son los mejores de nosotros. No os quepa la menor duda de que, dentro de cien años cuando se estudie el Coronavirus en los libros de texto, se referirá la proeza que supuso encontrar en doce meses vacunas que paliaban y protegían de la muerte. Se hablará de los mejores y también se hablará de los peores entre los que, indiscutiblemente, se encontrará este gran patán, Novak Djokovic.

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