A James Rodríguez sólo le puede ayudar ahora mismo una persona en el mundo, y no es ni su madre ni su esposa ni su tío ni su representante, sino su entrenador. James quiere jugar más y quien tiene la decisión de cuántos minutos y en qué partidos va a jugarlos el futbolista colombiano (al menos durante los próximos seis meses) no es otro que Zinedine Zidane, que no es ni su madre ni su esposa ni su representante... sino su entrenador. Así que si James no aprieta más aún los dientes, si no deja en evidencia a Zizou cada vez que éste le saca al campo, si no provoca un debate, no habrá nada que hacer. James también puede esperar a que a Zidane la vayan mal las cosas, pero el francés tiene (según sus detractores) una flor de semejante tamaño en el trasero que ése se me antojaría un proyecto a largo plazo.
Hoy hace ocho días que el Real Madrid se proclamara campeón del mundo de clubes en Japón. A la finalización del partido, James aprovechó para reivindicarse fuera del campo y para poner el cronómetro en marcha del siguiente modo: "Tengo siete días para pensar". Pues han pasado ocho, uno más de los inicialmente previstos, y el único contacto de James con la realidad (o, por mejor decir, con su propia realidad, con la realidad que él mismo fabricó hace ocho días) han sido unas declaraciones muy tibias de Jorge Mendes asegurando que su representado no saldrá del club blanco en el mercado de invierno. Más de uno y más de dos, entre los que probablemente me encuentre yo mismo, podrían llegar a pensar que para llevar a cabo un viaje tan corto a James no le hacían falta alforjas.
Sobre James ya está todo dicho. Y varias veces además. El club (y su presidente) ya dijeron en su momento lo que tenían que decir poniendo ochenta millones de euros encima de la mesa del Mónaco. En Colombia lo han dicho todo, también en Madrid. Zinedine Zidane también lo ha dicho todo. El único que no lo ha dicho todo ha sido James Rodríguez, que después de sugerir que tenía siete días para pensar si se iba o se quedaba no puede refugiarse ahora detrás de Mendes, quien tampoco aclara nada. Pero a James le ha tocado en realidad la lotería; si a cualquier futbolista del mundo le dijeran que tiene seis meses por delante para demostrar si vale o no vale para jugar en el Real Madrid, mataría por un puesto en el once titular. Y eso es lo que tiene que hacer él, más allá de poner el crono en marcha. Él tiene que hacer lo que Lucas Vázquez, inicial carne de banquillo convertida en titularísimo por mor de su esfuerzo, que no deja de sorprender. Salvo enajenación del entrenador, los jugadores se ponen y se quitan ellos solos. Así que... ponte, James, ponte. Ponte de una vez y no te quites más. Ponte y acaba con la tertulia. Ponte y ciérranos a todos la boca.