Arde Valencia, y con razón, tras el abracadabrante arbitraje del señor González González, que dejó sin sancionar una clarísima mano de Pinto fuera del área; de haberlo hecho así, de haber cumplido con su trabajo castigando la salida a destiempo del portero culé, el Barcelona se habría tenido que quedar por fuerza con diez jugadores en el minuto 19 de partido y Guardiola debería haber reorganizado totalmente su equipo. Nada de lo que pasó después importa demasiado, al menos a mí no, ni tampoco interesa lo que pueda ocurrir en el partido de vuelta de la semana que viene, puesto que el árbitro se cargó las semifinales, así como suena, y de ahí justamente el lógico y natural enfado valencianista. Soldado, que suele hablar alto y claro, se encargó de poner los puntos sobre las íes.
Si Valencia está en plenas fallas cuando no hemos hecho sino arrancar tímidamente el mes de febrero no es tanto, según mi modesta opinión, por la gruesa metedura de pata de González al cuadrado sino por la relación "causa-efecto" que observan en el club ché entre las desafortunadísimas declaraciones de Sandro Rosell del martes por la mañana y la lamentable actuación arbitral del miércoles por la noche. Rosell, "modélico" en opinión de Pep, afirmó sin empacho que la cosa no pintaba bien para ellos pero que... había que esperar. Me parece razonable que Llorente, que se jugaba tres cuartos de la temporada ayer en Mestalla, incida en las declaraciones del presidente del Barcelona puesto que coinciden en el tiempo con el garrafal error que está a puntito de noquearles en la Copa.
Lo cierto es que empieza a desplomarse esa martingala de que el equipo catalán nunca habla de los árbitros. Lo han hecho, y muy recientemente además, Xavi, Messi, Rosell y, ayer mismo, inmediatamente después del partido, lo hizo nuevamente Guardiola. Fue también muy comentada la reacción de Pep, absolutamente fuera de sí, enloquecido tras el empate de su equipo. Onésimo, no yo, explicó en Futboleros que él interpretaba que el técnico culé se estaba quejando amargamente por el estado del césped, excesivamente alto en opinión del entrenador barcelonista. Supongo que ahora, con el Real Madrid siete puntos por encima en la Liga, empezaremos a ver al auténtico Josep Guardiola. Aunque la cosa empiece a pintar algo mejor para él, dicen en Valencia que debido a la gestión de Rosell.