A veces cometemos el error de otorgar a las estrellas del fútbol una formación personal y una educación de la que simplemente carecen. Creemos que si un jugador es capaz de maravillarnos con sus pies debería poder hacerlo también con la boca, y no es así. Lo peor es que ellos, que viven las veinticuatro horas del día en una burbuja de pelotas y de agradaores, llegan a la misma conclusión. Como de la reacción de quienes les rodean se desprende constantemente que son los más listos, los más graciosos y los mejores, es inevitable que ellos lleguen a idéntica conclusión, y al final la estrella del fútbol, el crack mundial, piensa que a las doce del mediodía puede entrenar y después puede viajar hasta Baltimore en un Airbus 380 pilotado por él mismo para llevar a cabo una operación a vida o muerte en el Johns Hopkins Hospital. Pues no.
El problema de Gerard Piqué es que se cree que es gracioso. La culpa, insisto, no es suya sino de la sociedad en general. Todos somos un poco responsables, sí, porque entre todos le hemos malcriado y ahora, con veintiocho años, ya no va a cambiar ni piensa aprender. Nadie le dijo nunca que escupir a Pedro Cortés, tirar bombas fétidas, ponerse a hablar con el teléfono móvil durante un partido o insultar y vejar a miembros de la Guardia Urbana de Barcelona no tenía ni pizca de gracia. Pero para eso está precisamente Libertad Digital, para contarle a Piqué la dolorosa realidad: "Gerard, no eres gracioso". Más allá del profundo complejo de inferioridad que, pese al triplete, sigue atenazando al barcelonismo, lo que reflejó el recordatorio que ayer hizo Piqué, en plena fiesta culé además, de la figura de Kevin Roldan, denota una ausencia total y absoluta de ese seny que siempre nos restriegan a los demás desde la ciudad condal. Piqué, en fin, hizo ayer lo que los malos interpretados por Basil Rathbone y arrojó arena a la cara del rival.
El problema no es tanto de Gerard sino nuestro, y en concreto de los periodistas. El problema es del periodismo (y yo mismo estoy pecando ahora con este artículo) por considerar relevante la bobada de un chiquillo malcriado y considerarla noticia de relumbrón. El problema es que todos sepamos hoy que Piqué le metió ayer el dedo en el ojo a su "amigo" Cristiano, y por extensión a todo el madridismo, mientras que gente seria como Pedro Cavadas, María Blasco o Mariano Barbacid, personas que salvan vidas y a las que absolutamente nadie ríe las gracias, tienen que descubrir el remedio contra el cáncer para arrancar un titular de portada. Porque, al fin y al cabo, Piqué no es más que un bobo con clac. Ayer no hicimos otra cosa que asistir en vivo y en directo al relevo que Xavi le dio a Piqué como primer maleducado del reino. Pero que nadie se alarme, tranquilos que Sor Del Bosque entrará en acción para llamarle rápidamente la atención a Gerard por alterar la paz en la selección, ¿a que sí?...