Brillantemente como siempre, Andrés Amorós cerraba el martes El Primer Palo refiriéndose a lo dicho por Piqué sobre el Espanyol, al que apellidó con el ofensivo "de Cornellá", y no por el fantástico municipio de la provincia de Barcelona sino por el trasfondo de lo dicho por el defensa culé y el modo provocativo de decirlo. El profesor Amorós y yo estuvimos hablando por la mañana del asunto, me dijo que remataría el programa hablando de Piqué y convenimos en que las palabras de Gerard tenían unos tintes que no nos gustaban nada, que eran muy desagradables, y que su actitud altanera y con aires de superioridad, ese mirar suyo por encima del hombro, tenían también un nombre terrible. En privado, a lo dicho por Piqué le pusimos un nombre, pero en público no seré tan osado como para repetirlo puesto que, a pesar de que Federico Jiménez Losantos siempre me insiste en que tenemos abogados, creo que, como en el caso de lo dicho por Segurola sobre Cristiano, mi definición podría ser querellable.
El Espanyol observó tintes xenófobos en lo manifestado por Piqué, que es el modo dulce de referirse a su actitud, y el Comité de Competición ha entendido que algo de eso puede haber efectivamente puesto que ha abierto expediente al defensa; además, la Comisión Nacional Antiviolencia tenía hoy en el orden del día lo dicho por el futbolista. Definitivamente Piqué no es el ejemplo a seguir. Con anterioridad a este último, al defensa le han abierto en el pasado otros cuatro expedientes más y otras dos denuncias del Comité Técnico de Árbitros. El resultado de estas seis denuncias ha sido dos multas de 1500 euros cada una; total: 3.000 euros; para un trabajador normal, un pastón; para Piqué, lo que se gasta en ambientador para la casa. Y probablemente ahí radique el problema; si, con esta última, Piqué suma cinco expedientes, dos denuncias de los árbitros y sus declaraciones volverán a ser analizadas por la Comisión Nacional Antiviolencia y, por todo ello, el castigo ha sido de 3.000 euros... es que algo falla. Ni a Piqué ni a nadie puede salirle gratis este tipo de declaraciones, pero menos gratis le pueden salir a alguien que, como es el caso de este jugador, es reincidente en la reincidencia. Con un par de azotitos en el culito y una noche sin postre y a la cama, Piqué seguirá riéndose de todo el mundo.
El asunto no es baladí porque sin solución de continuidad arranca la jornada 22 del campeonato nacional de Liga en Primera División; el Espanyol juega en casa, precisamente en Cornellá y, ¿a quién recibe?... Pues sí, ni más ni menos que al Fútbol Club Barcelona. El equipo local ya ha pedido a los Mossos que estén especialmente atentos y la Comisión Nacional Antiviolencia ha catalogado el partido de alto riesgo. Piqué tuvo el otro día la posibilidad de matizar, dulcificar o corregir sus declaraciones pero no lo hizo. Como el niño rico y malcriado que es, consciente de que el domingo vuelve a visitar Cornellá, Piqué se reafirmó en lo dicho. Se reafirmó porque la broma puede salirle, ¿por cuánto? ¿Por 1.000 eurazos?... La actitud de este chaval, que tiene un nombre que yo no me atrevo a pronunciar, fomenta la violencia. Este domingo habrá que cruzar los dedos para que no pase nada, pero lo que seguramente no ayudará a que la familia de Piqué no vuelva a ser zaherida verbalmente en un campo de fútbol es la actitud matonista del jugador, que no tiene ni excusa ni perdón. Y, como decía, este domingo a rezar, a cruzar los dedos para que no pase nada más allá de que trescientos maleducados se acuerden de Shakira. La primera responsabilidad es claramente del jugador; la segunda es de aquel que no quiere, no se atreve o no puede ponerle el cascabel a este gato faltón.